jueves, 23 de diciembre de 2021

Dos libros que te enseñarán a ver la vida de otra forma


En abril del año pasado, justo en mitad de la cuarentena y del confinamiento, compartí dos libros para reflexionar. Uno era El mundo azul, de Albert Espinosa; y el otro, Esto es agua de David Foster Wallace.

Hoy, más de un año después, vuelvo a escoger a Foster Wallace y su inspirador discurso, pero esta vez acompañado de otra magnífica escritora: J.K Rowling.

Dos discursos de graduación que te cambiarán la vida / imagen propia
 

Quien sea seguidor y lector de Foster Wallace sabrá que esta obra no es una novela al uso, sino que se trata del discurso que impartió en la ceremonia de graduación de la Universidad de Kenyon ante un auditorio lleno de estudiantes en 2005. Fue el único discurso que dio en su vida. El relato comienza con un breve párrafo introductorio a modo de parábola: 
“Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por causalidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor les saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?». Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho. Por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: «¿Qué demonios es el agua?».

A través de Esto es agua. Algunas ideas, expuestas en una ocasión especial, sobre cómo vivir con compasión, Wallace intentó explicar la existencia de las diferentes visiones sobre una misma cosa, dependiendo de la experiencia y creencia de la persona. Para él, la tolerancia y la creencia son dos principios básicos e imprescindibles para vivir.


En 2008, tres años después de que Wallace diese ese discurso y justo el año en el que se quitó la vida, J.K Rowling fue invitada a pronunciar el discurso de la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard. Allí, ante un público lleno de jóvenes entusiasmados por el final de su etapa universitaria, la escritora compartió unas reflexiones extremadamente sabias bajo el título de Vivir bien la vida. Los beneficios inesperados del fracaso y la importancia de la imaginación. Fracaso e imaginación, dos extremos que Rowling conoce muy bien:

“Entonces, ¿por qué os hablo de los beneficios del fracaso? Sencillamente, porque el fracaso me obligó a prescindir de lo superfluo. Dejé de fingir ante mí misma que era lo que no era y empecé a concentrar toda mi energía en acabar el único trabajo que de verdad me importaba. Si hubiese tenido éxito en cualquier otro campo, quizá nunca habría encontrado la determinación necesaria para triunfar en el único terreno en el que de verdad creía que encajaba. Me sentí liberada, porque mi mayor temor se había cumplido y, sin embargo, seguía viva, y seguía teniendo una hija a la que adoraba, y tenía una máquina de escribir vieja y una gran idea. Y así fue como, tras tocar fondo, ese mismo fondo se convirtió en la sólida base sobre la que rehíce mi vida. Tal vez nunca fracaséis de una forma tan estrepitosa como yo, pero en la vida es inevitable fracasar alguna vez. Es imposible vivir sin fracasar en algo, al menos que seas tan prudente que no se pueda decir que hayas vivido; y, en ese caso, fracasas por omisión”.

Vivir bien la vida- J.K.Rowling / imagen propia


La imaginación, el otro pilar fundamental en el discurso y en la vida de Rowling, se sustenta en base a la empatía y a la inspiración, dos sentimientos que desarrolló durante su primer trabajo en Amnistía Internacional:

“A diferencia del resto de los animales de este planeta, los seres humanos pueden aprender y entender algo sin haberlo experimentado. Pueden ponerse en el piel del otro. Por supuesto, esa capacidad es moralmente nuestra, igual que la magia de mis obras de ficción. Es un poder que puede emplearse para manipular y controlar, o para comprender y solidarizarse. Pero muchos prefieren no hacer ningún uso de su imaginación. Deciden no salir de la comodidad de la que disfrutan dentro de los límites de su propia experiencia, y no se toman la molestia de preguntarse qué pasaría si hubieran nacido en otra realidad, si fueran otras personas. Pueden negarse a oír los gritos y asomarse a las jaulas; pueden cerrar la mente y el corazón a cualquier sufrimiento que no les afecte de manera personal. Pueden negarse a saber”.

Ambos escritores reflejaron en sus discursos que las cosas importantes de la vida no pasan por los títulos académicos ni las notas, quizá la mayor preocupación de los estudiantes. En efecto, la vida no se mide por las notas, sino por méritos mucho más importantes.

Así lo afirmó Wallace: «La verdad tiene que ver con el verdadero valor de una verdadera educación, que no pasa por las notas ni los títulos y sí en gran medida por la simple conciencia: la conciencia de algo que es tan real y tan esencial, y que está tan oculto delante mismo de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez: esto es agua». 






Y así lo hizo Rowling: «Si tuviese un giratiempo, le diría a mi yo de veintiún años que la felicidad radica en saber que la vida no es una lista de la que ir tachando tus adquisiciones y logros. La vida no son los títulos, ni el currículum, a pesar de que conoceréis a muchas personas de mi edad y mayores que yo que confunden esas dos cosas. La vida es difícil, es complicada, y nadie puede controlarla del todo pero, si sois humildes y lo aceptáis, lograreis superar las vicisitudes». 






Solo he dado un discurso una vez en mi vida. Un profesor me eligió para escribir y pronunciar el discurso de graduación de Bachillerato. Durante unos cinco-diez minutos, tenía que despedirme de mis compañeros, cerrar estos dos años de la mejor manera posible, dar infinitos ánimos de cara a Selectividad y desear que el camino que cada uno escogíamos a partir de ahora fuese el mejor.

No sé si lo hice mejor o peor. No recuerdo ni una sola palabra de lo que dije, y ni siquiera sé dónde acabó la hoja que escribí y leí. Lo que sí sé, una vez pasado el tiempo, es que, quizá, hubiera dicho otras cosas; lo hubiera hecho de otra manera. Los discursos de graduación, sobre todo cuando los pronuncian "celebridades”, lejos de ser una frivolidad, son auténticos regalos.

Posiblemente, esos chavales de la Universidad de Kenyon que escucharon sin mucho entusiasmo (o que lo tomaron como un discurso más de su vida estudiantil) a Wallace, y los de Harvard que hicieron lo propio con Rowling, lo escucharían ahora de otra forma. La visión y la mentalidad de los 21-22 años no es la misma que la de ahora. También cambia, porque la vida nos obliga a cambiar. Quizá, las palabras de Wallace sobre las partes de la vida adulta, esas de las que nadie habla, que incluyen “aburrimiento, rutina y pequeñas frustraciones”, resuenen ahora en la cabeza de algún estudiante, y se sienta tan identificado como lo hacía el escritor. Porque ahora ya está en el agua con el resto de peces. Ahora está nadando.


Vivir bien la vida- J.K. Rowling / imagen propia


Y, quizá también, alguno esté experimentando el fracaso al que hacía mención Rowling, o la falta de imaginación. Algo que jamás se le pasaría por la cabeza a un estudiante de Harvard a punto de graduarse. 

«No necesitamos magia para transformar nuestro mundo; ya tenemos, en nuestro interior, todo el poder que necesitamos: el poder de imaginar algo mejor». Así finalizó Rowling. 

La magia de estos discursos es que siempre van más allá del ámbito académico, y sirven de aplicación para cualquier situación de la vida real.

Leedlos. Son verdaderas joyas y muy necesarios. Sirven para crear el propio discurso de nuestra vida, y también para ir dándole forma según avanza el tiempo. Nunca se sabe cuándo podemos ser nosotros los que tengamos que dar ese discurso. 


Dos discursos de graduación que te cambiarán la vida / imagen propia


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martes, 14 de diciembre de 2021

Presentación 'Selene y los cuatro elementos': una novela contra la prostitución que todos los adolescentes deberían leer

El 9 de febrero de 1905, Emilia Pardo Bazán consiguió ser la primera mujer socia del Ateneo de Madrid, portando el número 7.925. Aunque ya era una escritora reconocida y había dado diversas conferencias, no podía acceder al mismo siendo una socia de pleno derecho, por el único motivo de ser mujer. «Soy la primera mujer que pisa oficialmente el Ateneo y esto es para mí una de las mayores satisfacciones que he recibido», comentó la escritora unos días después de hacerse oficial. Después, serían más mujeres las que solicitarían su ingreso en la institución, como Carmen de Burgos y Blanca de los Ríos, que fueron admitidas un mes después.

Ayer, 13 de diciembre de 2021, se siguió haciendo justicia poética, literaria y feminista, y el Ateneo acogió la presentación de la nueva obra de Lucía Etxebarria, Selene y los cuatro elementos, una novela muy necesaria para toda la sociedad y, especialmente, para los más jóvenes. ¿Por qué? Porque aborda un tema tan importante y a la vez tan invisibilizado como la prostitución y la trata de mujeres. Sin duda, uno de los retos pendientes en esta sociedad.



Cartel presentación Selene y los cuatro elementos / imagen propia


Acompañando a Lucía en esta tarde de lunes, también estuvieron la filósofa Ana de Miguel; Lara Ferreiros, psicóloga; y una representante de Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP), para dar voz a todas aquellas mujeres que no la tienen y para mostrar una realidad que, aunque tenemos a la vista, preferimos no enfrentarnos a ella.

Representante de la APRAMP, Lara Ferreiro, Lucía Etxebarria y Ana de Miguel / imagen propia



Selene y los cuatro elementos aborda muchos temas, y Lucía ha sabido tratarlos con maestría: desde la prostitución y el crimen organizado hasta los desórdenes alimentarios, pasando por el machismo, el techo de cristal, las drogas, las Fake News, el Me Too, la sumisión química y el ciberacoso, algo que, por desgracia, la escritora vive y sufre muy de cerca.

La filósofa Ana de Miguel alabó la novela y también planteó una reflexión muy interesante: «Es una novela excelente por la trama y los personajes. ¿Cómo es posible que convivamos con el mundo de la prostitución y todo lo que le rodea? A mí me parece un libro muy alegre, porque nos muestra un mundo muy sórdido, pero a la vez cómo muchas mujeres luchan contra todo eso». Y siguió añadiendo un pensamiento muy revelador a la par que real: 

«La prostitución no es un enigma. No es compleja. Ninguna de las mujeres que estamos aquí hemos ido de putas ni de putos. Algo que la mitad de la humanidad no ha hecho solo tiene una causa: que haya un único hombre dispuesto a sacar dinero del bolsillo. Solo existe porque los hombres están dispuestos a sacar la cartera»

Sobre la este asunto, la representante de la APRAMP también tenía mucho que decir: «La prostitución es un negocio. Es dinero conseguido por el cuerpo de las niñas. El 60% de las mujeres llegaron ahí siendo menores».

«Tú vales lo que un hombre esté dispuesto a pagar por ti. Es un verdadero mercado. Las mujeres son mercancía, y existen webs donde se las puntúa como si fueran productos. La prostitución no solo está en las calles, también en las plataformas como Only fans» - APRAMP

Lucía Etxebarría añadió un dato muy interesante, a la par que sobrecogedor: «Antes captaban a las niñas por la calle o mediante las familias. Ahora se fijan en las niñas por Instagram».

APRAMP es una asociación sin ánimo de lucro, aconfesional y apartidista, que trabaja para prevenir y erradicar la explotación sexual y la trata de seres humanos, defendiendo y promoviendo los derechos de las personas que sufren explotación sexual y trata para que recuperen la libertad, la dignidad y la autonomía para emprender una vida fuera del control y abuso de sus explotadores. Por desgracia, una realidad muy existente que la novela abarca y refleja muy bien.

Pero la prostitución abarca muchos otros factores. No solo se trata de explotación sexual, sino también de maltrato físico y psicológico, coacción, miedo, amenazas, drogas, una lucha constante por sobrevivir… En palabras de la autora:

«Todas las que sobreviven en la novela, lo hacen a base de mentir. Una vez me dijeron que la trata es mental. No es estar encerrada en un sitio sin poder salir, no es una cárcel con rejas, sino que va mucho más allá. Todo está en la cabeza. En esas circunstancias, mentir por una compañera no es una traición, sino que es una lucha por sobrevivir» - Lucía Etxebarria

Lara Ferreiro trazó un perfil psicológico de los personajes de la novela. Para ella, Selene es la verdadera protagonista de la historia, una persona “sociópata, embaucadora y seductora” que consigue todo a través de la mentira. Selene consigue que te enamores de ella. Te acabas enamorando del personaje». Ferreiro confesó que por su consulta habían pasado algunos sociópatas y también había tratado con mujeres víctimas de los mismos: 

«Es muy difícil detectar a un sociópata. Hay que tener el oído muy entrenado, porque no sabes cuándo te están mintiendo. Son muy embaucadores y te acabas creyendo todo lo que te cuentan» - Lara Ferreiro

Durante la hora y media que duró la presentación, todos estos temas fueron fluyendo libremente por la mesa y también se reafirmaron diversas ideas. La prostitución y la trata forman parte de la sociedad patriarcal, es una red con una jerarquía muy clara muy establecida, donde las mujeres juegan un papel distinto al del hombre. ¿Hay mujeres proxenetas? ¿Dónde están? Lucía Etxebarría nos dio la respuesta: 


«En las redes de prostitución no hay mujeres en los niveles altos. Están en los niveles intermedios, son las que se encargan de recibir a las chicas en los clubes, las que les dan esa confianza que las chicas necesitan. Las chicas, cuando salen de todo eso, suelen perdonar a esas mujeres porque entienden que ellas debieron pasar por lo mismo llegar hasta ahí, pero son incapaces de perdonar a nadie más».

El papel que las mujeres tienen en la prostitución es claramente desigual al que tienen los hombres. Y os preguntareis, ¿acaso no hay mujeres que consumen prostitución masculina? ¿No hay niños prostituidos? La escritora también nos dio la respuesta a eso: 

«Mientras escribía el libro y para documentarme, me puse en contacto con varios hombres que ofrecían sus servicios sexuales. Todos me dijeron que no podían ganarse la vida únicamente con el público femenino, porque apenas había trabajo, por lo que habían tenido que ampliar el negocio y ofrecer sus servicios también a un público masculino. Son en su mayoría hombres lo que contratan los servicios de otros hombres».

Selene y los cuatro elementos se configura como un verdadero manifiesto feminista que retrata la realidad de la prostitución en la sociedad, y aborda otro de los temas que tan de actualidad está en los medios de comunicación: la sumisión química, una práctica que, según los investigadores y los médicos, se ha multiplicado en los últimos años. Esto consiste en anular la voluntad de la persona mediante una sustancia que se echa en la bebida con el fin de agredirla sexualmente. En dosis altas, este componente químico, que se puede encontrar fácilmente en internet por 15€ y que está al alcance de cualquier persona, es capaz de producir pérdida del conocimiento y amnesia. Son muchas las asociaciones feministas y las mujeres que lo han sufrido las que han comenzado una campaña para denunciar aquellos bares y discotecas en los que han ocurrido casos de este tipo, con el fin de dar visibilidad a una nueva forma de violación que se ha puesto “de moda” entre los jóvenes y reclamar una mayor vigilancia y seguridad frente a este tipo de casos.

Los últimos momentos de la presentación terminaron con una reflexión que dio pie a un debate muy interesante y necesario. ¿Tienen los escritores, guionistas, directores de cine o músicos la “culpa” de romantizar y edulcorar la prostitución, las violaciones o psicopatologías? ¿Tienen una responsabilidad para con la sociedad?

Ana de Miguel lo tiene claro: «El mundo del arte, de la creación, de la filosofía, de la ficción, nos llega al corazón. Pretty Woman es una película que echan unas cinco veces al año, y ya nos parece un cachondeo. No hay una sola película en la que no haya una puta feliz que no nos haga gracia. Y no solo en Pretty Woman, también en los ‘Lunes al sol’ o en cualquier película. Yo no soy incapaz de ver una película en la que salga un club de striptesse con mujeres desnudas bailando. Me dicen que vea la película sin fijarme en eso, pero es imposible. Fíjate como nos manipulan para que no veamos ciertas cosas que ocurren». 

Y no solo Pretty Woman tuvo cabida en el debate, sino que también You, la serie que se vende en las plataformas digitales como "una historia de amor del siglo XXI sobre un obsesivo, pero brillante mánager de 20 años de una librería, quien utiliza la era digital hiperconectada para enamorar a la mujer de sus sueños". Una serie que, realmente, se ocupa de romantizar la imagen de un sociópata que se dedica a embaucar y enamorar a sus víctimas para luego asesinarlas.

Es un tema verdaderamente interesante y sobre el que es necesario reflexionar. ¿Qué papel tenemos como ciudadanos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿Cuál es la de aquellos que se dedican al arte? ¿Con qué ojos tenemos que mirar todo aquello que nos llega? ¿Es necesario tomar conciencia de lo que ocurre? Deberíamos dedicar unos minutos a pensarlo. 

Ana de Miguel quiso cerrar el debate alabando y recomendando el libro nuevamente: 

«Este libro tiene que llegar a los adolescentes. No solo a las chicas, sino también a los chicos. Regaladlo a los jóvenes».

Gracias a Lucía Etxebarria por el escribir el libro y por invitarnos a la presentación. A Lara Ferreiro, Ana de Miguel y a la representante de la AFRAMP por dar voz a las mujeres, por mantener vivo el feminismo y por luchar contra aquello que ataca a las mujeres desde tiempos inmemoriales. Y gracias al Ateneo por abrirnos las puertas y acogernos. 


Entrada al Ateneo de Madrid / imagen propia

domingo, 12 de diciembre de 2021

Anne Rice: madre de vampiros, brujas y ángeles

Hoy, los amantes del género vampírico estamos tristes. Nos hemos quedado sin una de las escritoras del género gótico y de terror más importantes del siglo XX (y de todos los siglos, a decir verdad). La reina de los vampiros, Anne Rice, nos ha dejado. Ha abandonado este mundo mortal para reunirse con sus personajes inmortales, aquellos que prácticamente le salvaron la vida.

Anne Rice 

Aunque estaba licenciada en Filosofía y Letras, y  doctorada en Escritura Creativa, Rice se refugió en sus Crónicas vampíricas tras la muerte de su primera hija, Michelle, con apenas 6 años. Así, en 1976, empezó a escribir el inicio de la saga: Entrevista con el vampiro. Después, vendrían muchos más: Lestat El Vampiro (1985),  La Reina De Los Condenados (1988) El Ladrón De Cuerpos (1992) , Memnoch El Diablo (1995) , Armand El Vampiro (1998), Merrick (2000), Sangre y Oro (2001), El Santuario (2002), Cántico De Sangre (2003), El Príncipe Lestat (2014), y El Príncipe Lestat y Los Reinos De La Atlántida” (2017)

Rice nos dio la oportunidad de conocer a Lestat, a Armand, a la pequeña y caprichosa Claudia (inspirándose en su hija fallecida para crear al personaje) y cómo no, al apuesto y atormentado Louis de Pointe du Lac, quien, tras más de tres siglos de existencia, decide conceder una entrevista a un joven y asustado periodista.

«El vampiro era totalmente blanco y terso como su estuviera esculpido en hueso blanqueado; y su rostro parecía tan exánime como el de una estatua, salvo por los dos brillantes ojos verdes, que miraban al muchacho intensamente como llamaradas en una calavera».

 

Rice no solo nos ha regalado una historia (muy larga) de vampiros, sino también una lección avanzada de existencialismo, de dolor ante la vida y resignación ante la muerte, y viceversa; de amor, de incomprensión, de soledad, de intensidad, de despedida… ¿En qué momento tu vida se vuelve completamente insostenible?

«Yo bebía todo el tiempo y estaba lo menos posible en casa. Vivía como un hombre que quería morir pero que no tenía el valor de matarse. Caminaba a solas por las calles y los callejones negros; me caía al suelo en los cabarets, me negué dos veces a batirme en duelo, más por apatía que por cobardía y, verdaderamente, deseaba que me asesinasen. Y entonces fui atacado. Pudo haber sido cualquiera. Pero se trató de un vampiro. Me atrapó a unos pasos de mi casa una noche y me dejó dándome por muerto, o así lo pensé» - Louis de Pointe du Lac

Entrevista con el vampiro

Rice fue la precursora del vampiro atormentado, aquel cuya existencia inmortal, lejos de ser un regalo, se convierte en un castigo. Aquel que no deseaba su vida y tampoco su 'muerte' infinita. Ante tanta desolación, ¿cómo apreciar algo que jamás vas a volver a ver? ¿Cómo despedirse de algo tan simple como un amanecer?

«Mi último amanecer. Esa mañana yo todavía no era un vampiro, y presencié mi última madrugada. La recuerdo claramente; sin embargo, pienso que antes no me había acordado de ningún amanecer. Recuerdo que primero la luz llegó a las puertas vidrieras, algo pálido detrás de las cortinas de lazo, y luego un rayo cada vez más grande y más brillante se paseó entre las hojas de los árboles. Por último, el sol traspasó las mismas ventanas y el lazo quedó en sombras desde el suelo de piedra. El resplandor alcanzó la mesa, y la luz destelló, ardiente, sobre el agua de la jarra. Y la pude sentir en mis manos, sobre el marco de la ventana, y luego en mi rostro. Me quedé en la cama y fue entonces cuando me despedí del alba y me fui a convertir en un vampiro. Fue… mi último amanecer»- Louis de Pointe du Lac

El comienzo de esta saga fue llevada a la gran pantalla, pero no estuvo exenta de diversas “casualidades” que hicieron plantarse a Rice querer abandonar la historia de vampiros para siempre. Para crear a la pequeña Claudia se inspiró en su hija fallecida, y para dar forma a Lestat lo hizo en su marido, el poeta Stan Rice. Ella misma se identificaba como Louis. 

Anne Rice, su marido Stan Rice y su pequeña Michelle


Pero alguien o algo no estaba de acuerdo con que las confesiones de Louise saliesen de las páginas que ella misma había escrito, unas que el entrevistador debía guardarse para siempre. El papel del reportero, Daniel Malloy, iba a ser interpretado por River Phoenix, hermano del también actor Joaquin Phoenix, pero el joven de 23 años murió por una sobredosis la noche en la que iba a dar un concierto con su banda, por lo que el actor Christian Slater fue finalmente el elegido.



Las cosas no mejorarían en las siguientes entregas. Poco después de finalizar el rodaje de La reina de los condenados en 2001, la actriz y cantante Aaliyah, encargada de dar vida a la reina Akasha, la más poderosa de los vampiros que despierta tras un largo letargo de 600 años, murió en un accidente de avión cuando aún se estaban realizando los doblajes de la película. Y, apenas pocos meses después, también lo haría Stan Rice, el marido de la escritora y en quien estaba inspirado Lestat. Casualmente, de la misma forma que ella había escrito en sus novelas.


La reina de los condenados / Sensacine

Las brujas también tuvieron su protagonismo en las páginas de Rice, y a ellas les dedicó la serie Las brujas de Mayfair (La hora de las brujas, La hora del diablo y Taltos).

Estos acontecimientos pasados hicieron que Rice quisiera abandonar para siempre el universo que ella misma había creado. Tras finalizar la saga vampírica, y quizá buscando una paz que no había encontrado con los no muertos, en 2009 se centró en escribir sus Crónicas Angélicas, un thriller sobre ángeles y asesinos; y también en reescribir su propio Evangelio en El Mesías: el niño judío, una novela basada en la vida de Jesús tras haber declarado su conversión al cristianismo después de haber sido atea la mayor parte de su vida. 

Hoy ha sido ella la que se ha marchado, y nos deja desolados, como Louis tras la muerte de Claudia. Pero nos deja a todos ellos, a los vampiros, a las brujas, a los ángeles y a las noches oscuras de Nueva Orleans, ciudad que la vio nacer y que tantas veces ha sido protagonista. 

«Durante todos esos años sentí un deseo vago, pero persistente, de regresar a Nueva Orleans. Jamás me olvidé de Nueva Orleans. Y cuando estábamos en lugares tropicales y en lugares donde existieran aquellas plantas y flores que crecían también en Luisiana, pensaba en Nueva Orleans, profundamente, y sentía por mi hogar la única pizca de deseo que sentía por cualquier cosa exterior aparte de mi búsqueda infinita por el arte (…). De tiempo en tiempo, Armand me pedía que lo llevara allí (…). Pareció como si su petición me hiciera olvidar un vago miedo de que pudiese llegar a sentir dolor en Nueva Orleans; de que pudiera llegar a experimentar de nuevo la pálida sombra de mi anterior infelicidad y melancolía»- Louis de Pointe du Lac

Mañana amanecerá de nuevo y ahí estaremos para contemplarlo. Por ella y por Louis.


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lunes, 1 de noviembre de 2021

Recomendaciones literarias | Historias sobre vampiros


Los vampiros están más vivos que nunca. Qué paradoja, ¿no? Espera, ¿alguna vez estuvieron muertos? Técnicamente, sí, pero no para la literatura.

Desde su momento cumbre en el siglo XIX, las historias de vampiros han ido desarrollándose a lo largo de los años, y han surgido un sinfín de novelas donde estos seres casi inmortales se presentan de diversas maneras. En muchos casos, el terror inicial se ha ido transformando y ha dejado paso a unos vampiros más “amables”, unos seres muertos que están más conectados con la vida que nunca.


Libros sobre vampiros - imagen propia 



Los libros y las adaptaciones cinematográficas sobre vampiros son casi infinitas pero, si estás cansado/a de leer las mismas historias de siempre –por muy clásicas y maravillosas que sean-, y ‘Carmilla’ y ‘Drácula’ ya no te aportan mucho, te invito a seguir leyendo este post. No importa seas más o menos experto/a en este subgénero, igual descubres nuevas historias y te animas a leerlas.


Mujeres vampiro

Cuando te digan que hay pocas mujeres vampiro, no hagas caso. ‘Carmilla’ no es ni de lejos la única representación femenina del mito, aunque puede que sea una de las más conocidas. Muchos autores, además de Sheridan Le Fanu, publicaron relatos con protagonistas femeninas. De hecho, hay una narración que vio la luz antes que la historia de Carmilla (1872). Se cree que el primer relato en el que apareció una vampira fue 'No despertar a los muertos' en 1823, cuya autoría se atribuyó al escritor romántico alemán Johann Ludwing Tieck, quien, posiblemente, abrió el camino a los demás autores. ‘La muerta enamorada’, de Téophile Gautier, se publicó en 1836 y, 12 años después, aparecería ‘La dama pálida’ de Alejandro Dumas. Arthur Conan Doyle además de dar vida a Sherlock, también se atrevió con los vampiros –aunque de una forma más atípica-, publicando en 1892 una novela corta titulada El parásito. Sthepen King, Robert Bloch, Mary Wilkins y diversos autores más eligieron a una (o varias) mujeres vampiras como protagonistas de sus relatos.

Vampiras. Antología de relatos sobre mujeres vampiro es una perfecta recopilación de 16 historias escritas a lo largo del siglo XIX y XX por algunos de los mejores escritores de terror y ciencia ficción.

Antología de relatos sobre mujeres vampiro / imagen propia 




Más relatos sobre vampiros

Si una novela entera sobre vampiros se te hace excesivamente larga, los relatos siempre son una buena opción para adentrarse en este subgénero tan especial. Además de los mencionados anteriormente, existen diversas antologías de relatos sobre vampiros para todos los gustos escritos por los autores más importantes del Romanticismo.

El vampiro es, posiblemente, la criatura más famosa en todas las tradiciones, y también protagonista del folclore popular de diversas culturas. De él hay referencias en un texto chino del año 600 a.C, era conocido por las tradiciones hebreas, los egipcios hacían rituales para ahuyentarlos, y los romanos y griegos los tenían presentes en sus mitos. El siglo XIX se encargó de dulcificar y romantizar la imagen de bestia que se presentaba en la antigüedad, y muchos autores comenzaron a mostrar a los vampiros con una forma humana, con la piel pálida, con poder de seducción y atracción, y con unos colmillos que suelen asomar por unos sensuales labios.

La editorial Alma Clásicos Ilustrados ha publicado Relatos de Vampiros, una preciosa antología ilustrada que reúne relatos sobre vampiros de los autores más destacados del Romanticismo francés, alemán, ruso y americano. En sus páginas podemos encontrar las historias de Allan Poe, Horacio Quiroga, Polidori, Bram Stoker, James Malcolm Rymer, Alekséi Tolstói (primo segundo del célebre escritor) o E.F.Benson, entre otros.

Relatos de vampiros / imagen propia


Novelas sobre vampiros

Si los relatos se te hacen cortos y crees que ya estás lista/o para adentrarte en una novela (bilogía, trilogía o saga) sobre vampiros, aquí van algunas recomendaciones. Eso sí, dejamos de lado las más “famosas” como la Saga Crepúsculo, Saga Crave, Vampire Academy, etc. Además, todas escritas por mujeres.


Hijas de las sombras

Esta novela de Felicidad Martínez, publicada por la Editorial Cazador de Ratas en 2020, nos presenta una historia muy atractiva para los fans de los vampiros, y también una portada muy evocadora.

«Francia, 1785. Sophie Dumartin es una joven perteneciente a la baja nobleza y que sabe poco del mundo más allá del palacete y las fiestas. Su vida da un vuelco cuando un día se pierde por las callejuelas de París y, tras un desafortunado encuentro, se cruza en el camino de un monstruo de piel humana y sed de sangre. Aunque logra salir airosa, sabe que tiene los días contados, que el Segador no va a soltarla como presa.

Iniciará entonces una carrera contrarreloj por la supervivencia y en la que descubrirá un secreto sobre su familia, los Dumartin. ¿Será suficiente para burlar a la muerte o, por el contrario, acabará sumida en las sombras? ¿Logrará darse cuenta a tiempo del terrible juego de monstruos en el que ha acabado metida?». 

Hija de las sombras es la primera de las novelas de una trilogía que promete adentrarnos más aún en este mundo de lo sobrenatural. Aunque, todo hay que decirlo, la historia ha generado diversas opiniones entre los lectores. Y, como suele ocurrir, a unos les ha gustado más que a otros.

Hija de las sombras / Imagen propia




Siempre Rice

Y no podíamos olvidarnos a la gran maestra de los vampiros: Anne Rice. Nadie domina el mundo de estos seres casi inmortales mejor que ella, y sus Crónicas vampíricas siempre serán una buena opción para adentrarte en este peculiar subgénero. Y si lo tuyo son las brujas, no te preocupes, porque Rice atesora en su amplia producción literaria la trilogía de Las brujas de Mayfair, que se sitúan en el mismo universo que Crónicas vampíricas, llegando a unirse ambos mundos en la última novela de la saga vampírica.


Entrevista con el vampiro / imagen propia




Otros libros

Si todavía no te has decantado por lo que quieres leer, aquí tienes dos opciones más.

Vampiros: tratado de historia y leyendas de un mito que se resiste a morir de Javier Arries

En este pequeño gran estudio de 208 páginas, el escritor hace un repaso del mito del vampiro desde sus orígenes, mediante un recorrido por las diferentes tradiciones históricas y culturales que culmina con la actualidad y la representación de estos seres en los diversos ámbitos de la cultura, como el cine, la pintura y los videojuegos

Vampiros de Javier Arries
Dicen que quien tiene un libro tiene un tesoro, y en este caso podríamos decir que la frase es casi literal. No solo por la calidad que guarda el propio libro, sino porque, actualmente, está descatalogado y hacerse con uno de los ejemplares que siguen por ahí es casi misión imposible. Si tienes pensado buscarlo en páginas de segunda mano, ten en cuenta que el precio puede ser bastante elevado. De hecho, hay gente que pide cerca de 70€ por un ejemplar.











M. Darcy Vampiro

Recomendación random donde las haya. Si Austen levantase la cabeza y viese semejante historia, igual preferiría morirse de nuevo. Efectivamente, este Mr. Darcy es el Mr. Darcy de Orgullo y prejuicio, solo que ha sufrido un pequeño cambio: ahora es vampiro.

Mr. Darcy Vampiro - A.Grages
«La mañana de su boda, Elizabeth Bennet se sentía la mujer más feliz del mundo, pero tras iniciar el viaje de luna de miel rumbo a París, se ve inesperadamente involucrada en una trágica maldición que pondrá a prueba su amor por Darcy».

La escritora británica Amanda Granges decidió que era una buenísima idea dar una vuelta a la historia de Austen y convertir a sus protagonistas en vampiros. Eso sí, la idea le salió un poco regular, porque el libro ha tenido unas críticas malísimas por parte de los lectores (que no es para menos, por cierto). Aunque también hay que reconocer que no todas las críticas son malas, ya que algunos amantes de la novela de Austen aseguran que está muy lograda. Para gustos, novelas.







Los vampiros son seres fascinantes, y la literatura que se ha hecho en torno a ellos, lo es más aún. Si solo has leído Drácula, te invito a que te adentres más en este subgénero. Y si crees que Carmilla es la única vampira literaria, te aseguro que no. Hay más.


Siempre hay más historias por descubrir

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domingo, 20 de junio de 2021

Kennedy Toole y el falso sentimiento de fracaso


John Keats murió con 25 años creyendo que había fracasado en la poesía, a pesar de haber escrito Endymion, y varios poemas y poemarios. Sus múltiples deudas, su enfermedad y las pocas ventas de sus poemas,-llegando a lamentarse de que solo los leyeran sus amigos y familiares-, le llevaron a la frustración. «Si muriese ahora, desaparecería sin dejar ninguna obra inmortal de la que mis amigos puedan sentirse orgulloso, que garantice algunos años la pervivencia de mi memoria», llegó a escribir en una carta dirigida a su amor, Fanny Brawn. Murió sin saber que, a pesar de sentirse un fracasado y alguien «cuyo nombre fue escrito en agua», se había convertido para siempre en uno de los poetas y escritores más importantes del Romanticismo inglés.

Casi con toda seguridad, Keats, en lo más profundo de su ser, sentía que había fracasado, que nadie querría leer jamás sus poemas. Pero, realmente, era un genio y, sin saberlo, había escrito obras inmortales. ¿Por qué Keats había llegado a esa conclusión? Posiblemente, lo que le hizo dudar de su capacidad literaria fue la escasa venta de su poemario, ya que había llegado a endeudarse para autoeditar los ejemplares. Entonces, esto nos lleva a pensar que la idea del fracaso no es por uno mismo, sino por los resultados de los actos; o, más bien, por la falta de ellos. Si algo no va bien, automáticamente pensamos que la culpa es nuestra porque no somos lo suficientemente buenos para hacer algo. Si no hay resultados (o no son buenos) es porque nos lo merecemos. Pero, si nosotros llegamos a pensar o creer eso, es porque la sociedad se ha encargado de que sea así. No es casualidad. Nos han inculcado el ser los mejores, el poder siempre y, sobre todo, el miedo al fracaso. Eso lo hemos interiorizado tremendamente bien. No queremos, no podemos y no debemos fracasar, por eso tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano y más para conseguir lo que sea. Y si no, es que no vales. Has fracasado.

John Kennedy Toole se suicidó con 32 años al no conseguir publicar su novela más famosa, La conjura de los necios. Toole estaba convencido de que era una obra maestra, pero fue rechazada por diversas editoriales al considerar que la historia “no trataba realmente de nada”. A pesar de haber sido un magnífico estudiante, haberse graduado en la Universidad de Columbia y haber sido profesor de inglés, no veía su sueño cumplido. Toole comenzó a verse y a sentirse como un fracasado porque nadie quería su novela. No era suficientemente bueno como para que alguien se tomase la molestia en editarla. ¿Quién iba a leerla después? Nadie. Toole se hundió en una auténtica depresión, dejó de dar clases y recurrió al alcohol con demasiada frecuencia.


J. Kennedy Toole


El 26 de marzo de 1969, tras haber desaparecido misteriosamente de Nueva Orleans- ciudad que le vio nacer y que es escenario de su novela-, aparcado en un solitario lugar próximo al Golfo de México, se suicidó en su coche, poniendo el extremo de una manguera en el tubo de escape y el otro en la ventanilla del conductor. Toole dejó una nota de suicidio, pero su madre, Thelma Toole, la destruyó, posiblemente por vergüenza. Tampoco comunicó su muerte hasta pasados unos días, y al funeral tan solo acudieron unas pocas personas. Su hijo había entrado automáticamente en la lista de los malditos, la de los escritores suicidas como Larra, Sylvia Plath, Anne Sexton, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Foster Wallace…


J. Kennedy Toole



Quizá, para enmendar su error (o no), Thelma, quien había sido excesivamente sobreprotectora con su hijo (casi al nivel de la madre de H.P. Lovecraft), se propuso cumplir el sueño de su hijo y, creyendo en el talento de Toole, recorrió diversas editoriales con el fin de que publicaran la novela. Once años después de la muerte del escritor, y cuando la mujer ya tenía 79 años, consiguió que alguien publicara la novela. Acudió, prácticamente desesperada, al novelista Walker Percy quien, gracias a su apoyo, logró que una editorial universitaria de Luisiana editase y publicase el libro.


Thelma Toole con el ejemplar del libro

«En 1976, yo daba clases en Loyola y, un buen día, empecé a recibir llamadas telefónicas de una señora desconocida. Lo que me proponía esa señora era absurdo. No se trataba de que ella hubiera escrito un par de capítulos y quisiera asistir a mis clases. Quería que yo leyera una novela que había escrito su hijo (ya muerto) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba a querer hacer yo tal cosa?, le pregunté. Porque es una gran novela, me contestó ella. (…) Algo que, evidentemente no deseaba, era tratar con la madre de un novelista muerto. (…) Pero la señora fue tenaz y un buen día se presentó en mi despacho y me entregó el voluminoso manuscrito. (…) Mi único temor era que esta novela concreta no fuera lo suficientemente mala o fuera lo bastante buena y tuviera que seguir leyendo. En este caso, seguí leyendo. Y seguí, y seguí. Primero, con la lúgubre sensación de que no era tan mala como para dejarla; luego, con un prurito de interés; después con una emoción creciente y, por último, con incredulidad: no era posible que fuera tan buena. Resistiré la tentación de explicar al lector qué fue lo primero que me dejó boquiabierto, qué me hizo sonreír, reír a carcajadas, mover la cabeza asombrado. Es mejor que el lector lo descubra por sí mismo.

No sé si utilizar el término comedia (aunque comedia es), pues el hacerlo implica que se trata simplemente de un libro divertido, y esta novela es muchísimo más. (…) También es triste. Y uno nunca sabe exactamente de dónde viene la tristeza, si de la tragedia que hay en el corazón de las lunáticas aventuras de Ignatius, o de la tragedia que rodea al propio libro. La tragedia del libro es la tragedia del autor: su suicidio en 1969 con 32 años. Y otra tragedia es la posible gran obra que con su muerte se nos ha negado. Es una verdadera lástima que John Kennedy Toole ya no esté entre nosotros, escribiendo. Pero nada poder hacer, salvo procurar que al fin esta tragicomedia humana, tumultuosa y gargantuesca, pueda llegar a un mundo de lectores».

Walker Percy, además de contribuir a la publicación de la novela, escribió este prólogo.

En 1981, Toole recibió el Premio Pullitzer de Ficción, pero ya no estaba para recogerlo. Ese mismo año, también obtuvo el premio a la mejor novela de lengua extranjera en Francia.

La conjura de los necios / imagen propia 


Pero Toole no solo había escrito esa, sino que guardaba prácticamente en el cajón el manuscrito de La Biblia de neón, una novela que escribió a los 16 años, y que nunca intentó publicar porque él mismo consideraba demasiado juvenil. Tras el grandísimo éxito de La conjura de los necios y el Pullitzer, La Biblia de neón se publicó 8 años después. Thelma no llegó a ver esta segunda novela publicada, pues murió en 1984.

La Biblia de Neón


Hay quienes dicen que esta sensación de fracaso y frustración no vino sola, sino que la gran culpable fue su madre, Thelma. La sobreprotección, el clima de exigencia y las fuertes presiones a las que sometió a John fueron tan grandes que el escritor no supo gestionar la negativa de la editorial, lo que le llevó a perder la serenidad e, incluso, la salud mental. Antes de su suicidio, John comenzó a desarrollar una especie de manía persecutoria, llegando a creer que iban a robarle la novela para publicarla bajo otro nombre. También el abuso de alcohol le provocó alucinaciones y paranoias. Su madre se refirió a la nota de suicidio de Toole como «desvaríos de un loco».

John Kennedy Toole es reconocido actualmente como uno de los novelistas americanos más importantes del Siglo XX, y La conjura de los necios es considerada, posiblemente, como una de las mejores novelas americanas de todos los tiempos.

A pesar de los numerosos intentos por llevar la obra a la gran pantalla, la historia de Ignatius aún no ha visto la luz. De hecho, prácticamente y al igual que su autor, ha sido incluida en la lista de películas malditas. Una serie de catastróficas desdichas, como la muerte de los tres actores que habían sido elegidos como protagonistas en los diversos intentos, el huracán Katrina, -que en 2005 arrasó con Nueva Orleans-, y el asesinato de la principal responsable de la productora y encargada de realización, imposibilitaron que el proyecto pudiese hacerse realidad. No fueron pocos los que creyeron que el proyecto estaba maldito.

Escultura de Ignatius en Nueva Orleans 

Un poco más de suerte han tenido los que han intentado aproximarse a la figura del novelista. El más reciente de ellos, el escritor Cory MaCLauchlin quien, a través de Una mariposa en la máquina de escribir (Angrama), ha intentado crear una biografía honesta y nada estereotipada de Toole. 

Cory MaCLauchlin y Una mariposa en la máquina de escribir



En el Siglo XIX, Keats murió creyendo que había fracasado. Un siglo después, Toole también lo hacía. Ambos son actualmente unos referentes de la literatura universal y sus obras, además de magníficas, son inmortales. Al final, los necios eran todos los demás 

Leámosles. Se lo merecen.


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domingo, 2 de mayo de 2021

Madres frías y sobreprotectoras. Hijos condenados


El Día de la Madre, ese día especial que se lleva celebrando desde la Antigua Grecia en honor a Rea, que también adoptó la Antigua Roma en homenaje a la Diosa Hilaria y que, posteriormente, acogió la religión cristiana como veneración a la Virgen María. Ese día en el que se felicita a las madres, las creadoras de vida, las protectoras, las comprensibles mujeres que llenan de atención y amor a sus hijos. Aunque no todas lo hacen por igual, claro está.

Al igual que con sus padres, una gran cantidad de escritores tuvieron una mala relación con sus progenitoras, y, en algunas ocasiones, con ambos. Tanto fue así que la convivencia entre ellos se hizo insoportable y el único camino que vieron los escritores para librarse de ellas fue marcharse del hogar familiar. De igual modo que ocurría en el caso de los padres, la mala relación con sus progenitoras derivó en una difícil infancia y posterior adolescencia, y les produjo un vacío existencial a lo largo de su vida. Muchos de ellos se vieron abocados a la depresión, a la tristeza, a la soledad y a la incomprensión, pues sintieron que la relación con sus madres, lejos de ser idílica, les asfixiaba sobremanera.

Arthur Rimbaud tuvo una relación difícil con su madre, Vitalie Cuif, quien jamás entendió el talento de su hijo para la poesía y quien tampoco aceptó la homosexualidad del poeta, a pesar de que puso de su parte y mandó unas afectuosas palabras a quien fuese su yerno, Paul Verlaine: «Yo también he sido desdichada. Mucho he sufrido, mucho he llorado pero he sabido que todas las aflicciones se volverían en mi provecho». El carácter frío, duro e intransigente de Vitalie se había forjado casi a modo de supervivencia. Una mujer sola y con hijos en el Siglo XIX, una madre que tenía que sacar adelante a su familia de la mejor manera posible. Rimbaud no soportó el ambiente asfixiante que se vivía en su casa, motivo por el cual se fugó en varias ocasiones a París. 

Cuando Rimbaud enfermó en Adén, su hermana Isabelle, conocedora de la gravedad del estado del poeta, intentó convencer a su madre de que retomara la relación con su hijo y de que, al menos, se despidiese de él ante un posible, y más que previsible, desenlace fatal. A pesar de que los tres se comunicaban por carta, la madre no se despidió de su hijo y, una vez muerto, ni siquiera fue a su entierro. La escritora y poeta, François Lalande, ha recuperado la figura de Vitalie a través de La madre de Rimbaud, donde pretende arrojar luz sobre la verdadera relación entre madre e hijo, una relación llena de luces y sombras, y sobre el carácter de Vitalie. 


Arthur Rimbaud y su madre, Vitalie


El escritor americano F. Scott Fitzgerald no tuvo buena relación con su madre, Mollie McQuillan, a quien, dicen, llegó a poner como un personaje de uno de sus relatos, una mujer que moría asesinada. Creció en una familia de clase media-alta, y sus padres (ambos católicos), que habían perdido a una hija antes de que él naciera, le enviaron a dos internados católicos, donde recibió una educación acorde a la clase social a la que pertenecía. Durante su época de estudiante, ya destacó por su brillante talento para la literatura, y su reconocimiento le llegó a los 23 años con la publicación de su primera novela, A este lado del paraíso. La publicación de cuatro novelas y diversas colecciones de cuentos le colmaron de éxito y fortuna, pero temporalmente. Recibió el elogio de la crítica y el público después de su temprana muerte, a los 44 años. Al igual que muchos otros escritores,-entre ellos, John Keats,- Scott Fitzgerald murió pensando que había sido un fracasado y que sus obras estaban ya en el olvido. Actualmente, es considerado como uno de los mejores escritores estadounidenses del Siglo XX.


Scott Fitzgerald y su madre


Al margen de la literatura, su vida familiar tampoco fue mucho mejor. Su matrimonio idílico con Zelda terminó con el peor de finales. Zelda Fitzgerald, mujer libre en un siglo marcado por el machismo y la desigualdad entre mujeres y hombres, también fue escritora y una gran fuente de inspiración para El Gran Gatsby, una de las obras cumbres de su marido, quien utilizaba sus diarios para recrear algunos de los diálogos de la novela. Es por ello que ha determinado que Zelda fue una escritora plagiada y censurada por su propio marido.

Ambos eran asiduos a las fiestas y al alcohol, sobre todo él, quien dependió de la bebida hasta el fin de sus días. El matrimonio entre ambos fue cuesta abajo, y Zelda llegó a plantearle el divorcio en alguna ocasión, cuando conoció a otro hombre y pensó en comenzar una relación con él. Aunque recuperaron la estabilidad, los celos, las continuas peleas y el alcoholismo se sumaron a las dificultades económicas que atravesaban en ese momento. Contra todo pronóstico, y lejos de los que se piensa en la actualidad, El Gran Gatsby no tuvo una gran acogida entre el público y tampoco el éxito de las anteriores obras del escritor, por lo que no le reportó el dinero que necesitaban para sanear su economía. Ante tal situación, Zelda contempló la posibilidad de retomar su carrera como bailarina profesional para traer dinero a casa, pero una pruebas médicas determinaron que sufría esquizofrenia.

El declive definitivo para ambos fue cuando Zelda estuvo ingresada en diversos centros psiquiátricos. La enfermedad de su mujer (y su posterior muerte trágica) y su gran adicción al alcohol acabaron con la vida de Scott Fitzgerald. Pasó sus últimos días bebiendo y sumido casi en la pobreza, viviendo en un apartamento en Hollywood que no podía pagar. Murió a los 44 años de un infarto y, aunque Zelda y él estaban separados, los restos de ambos fueron enterrados juntos. En su lápida está inscrito, a modo de epitafio, el final de El gran Gatsby: «Y así seguimos empujando, botes que reman contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado»


Scott Fitzgerald y Zelda



Truman Capote tampoco tuvo buena relación con su madre. Lilly Mae Fulk, a quien describen como una "belleza sureña" que tuvo dos únicos propósitos en la vida: uno, renegar de su hijo. Y dos, buscar un marido rico que la llevase a vivir a la mejor zona de Nueva York. Lilly se casó con Arch Persons, un convicto dueño de numerosos negocios que jamás quiso ni a su esposa ni a su hijo. El matrimonio duró apenas cuatro años, y de él nació Truman, pero también degeneró en numerosas peleas y en la adicción al alcohol de su madre. En sus biografías, Capote recuerda diversos episodios traumáticos con sus padres y, especialmente, con su madre, quien le encerraba con llave en las habitaciones de los hoteles que frecuentaban para irse de fiesta y seguir bebiendo. Así lo recordó en su obra, Conversaciones íntimas: «Mi madre me encerraba horas y horas, y salía de juerga. Desde entonces no soporto los cuartos pequeños y cerrados, asfixiantes y con olor a muerte». En una ocasión, el escritor llegó a emborracharse con el perfume de su madre que, por cierto, odiaba, y así lo recordó también: «Lo odiaba porque se mezclaba con el aliento a alcohol de mi madre, fanática consumidora del cóctel Old Fashioned. Una tarde, como venganza, me tomé todo el frasco».


Pero Lilly continuó con los dos propósitos. El primero: renegar de su hijo. Jamás aceptó su homosexualidad y llegó a odiar el personaje en el que se estaba convirtiendo, llegando a declarar que prefería que dejase de ser un genio y fuese heterosexual. El segundo propósito le llevó a conocer a Joseph Capote, un empresario de origen cubano, con quien se casó y se fue a vivir, adoptando Truman el apellido de su "nuevo padre", después de haber estado una larga temporada viviendo con sus abuelos y otros familiares alejado de su madre. Según se puede leer en diversos sitios, Joseph Capote acabó en prisión y Lilly, alcohólica, sola y depresiva, se suicidó cuando Truman tenía 30 años.

Capote también era adicto al alcohol, a las pastillas para dormir y a diversas sustancias, y dependiente de una infancia traumática que aparecía en sus escritos y que jamás le dejó avanzar en su vida. Murió a los 59 años como consecuencia de una insuficiencia hepática, aunque se encontraron pastillas en su mesilla de noche. En ese momento, estaba pasando un fin de semana con su íntima amiga Joanne Carson, quien descubrió su cadáver la mañana siguiente. Como nadie de su entorno quiso hacerse cargo del cuerpo del escritor, fue incinerado y sus cenizas se subastaron en Los Ángeles por 45.000 dólares.


Truman Capote y su madre, Lilly



Por muchos es conocida la figura de Charles Dickens, así como su obra, pero muy pocos saben cómo era el escritor realmente: moralista, infiel, racista y misógino. Dickens odiaba profundamente a las mujeres. A la primera de ellas, a su madre, Elisabeth. ¿El motivo? Según una nueva biografía que ahonda en el lado más personal del escritor, este odio se debía al carácter frío de su madre, a quien reprochó que no le hubiese dado el mismo afecto y cariño que sí recibieron sus hermanos. Tampoco le perdonó jamás que ella le enviase a los 12 años a trabajar 10 horas diarias en una fábrica de betún, mientras su padre, un oficinista de la Armada, cumplía condena en prisión por impago de unas deudas. Ante la falta de dinero en la familia, la madre se vio obligada a trasladarse junto con sus hijos a vivir a la prisión en la que cumplía condena su marido. Este hecho le acompañó a lo largo de su vida, y el odio hacia su madre lo aplicó a los personajes de sus novelas, que eran el reflejo de su propia infancia. En especial, a los personajes femeninos, a quienes presentaba como prostitutas y se recreaba en sus muertes trágicas.

En Oliver Twist, se narran las desventuras de un muchacho huérfano, que se ve obligado a vivir en la calle, con frío y sometido a un maltrato continuo, hasta que da con personas buenas que le ayudan a enderezar su vida. Twist se hace amigo de una prostituta de nombre Nancy, que es asesinada a manos de su amante, hecho que contempla el pequeño huérfano. Dickens, aficionado a interpretar sus propio relatos a modo de teatro, se recreaba en las escenificaciones, y uno de sus hijos presenció cómo su padre apuñalaba con gran violencia el césped de su casa mientras ensayaba el asesinato de Nancy. En otra de sus obras, La pequeña Dorrit, plasmó ese suceso que le atormentó a lo largo de su vida. La novela cuenta la historia de una muchacha que nace y crece en prisión debido a las deudas que había contraído su padre, que cumplía condena en esa cárcel. Aunque la niña puede salir de allí cuando quiera, se da cuenta de que no tiene nada fuera. Él seguía siendo la pequeña Dorrit. 


Charles Dickens y su madre, Elisabeth

El odio también lo extendió al resto de mujeres con las que estuvo. Se casó con Catherine Thompson, con quien tuvo diez hijos y a quien hizo la vida imposible durante los 22 años que duró su matrimonio. Mientras tenía diversas relaciones extramatrimoniales, Dickens se dedicó a maltratar a su mujer e intentó encerrarla en un psiquiátrico en numerosas ocasiones con ayuda de un conocido suyo, que era médico, y que no creía que la mujer estuviese loca como Dickens aseguraba. Las pruebas determinaron que Catherine no tenía ningún tipo de enfermedad mental, por lo que el escritor no consiguió su propósito, y rompió cualquier relación con su amigo, que no había estado de su lado y no le había ayudado a encerrar a Catherine.

Dickens murió a los 58 años de una apoplejía que le causó una hemorragia cerebral. Tiempo después, una de sus hijas, Katey, reveló el odio que llegó a sentir por su padre, asegurando que su padre sentía desprecio por las mujeres y, en especial, por su madre, con quien había sido extremadamente cruel toda la vida.

Charles Dickens y sus hijas 


Alejandra Pizarnik no soportó jamás a su madre, Rejzla Bromiker quien, desde que Alejandra era pequeña, se empeñó en que supiera que su hija favorita era su hermana Myriam, «delgada y bonita, rubia y perfecta según el ideal materno, que todo lo hacía bien y no tartamudeaba ni tenía asma ni montaba líos en el colegio». La mala relación con su madre aumentó tras la muerte de su padre, y así escribió Alejandra sobre su madre: «Mi madre, celosa de mi soledad poblada, agota todos los medios para molestarme y ofenderme. En verdad, vivir con ella es una maldición. Si hay pecados y, por consiguiente un castigo de ellos, el mío es vivir a solas, a los treinta años, con mi madre». 

Siempre reprochó a su madre el no haber tenido una infancia feliz e, incluso, dejó entrever que había sufrido algún tipo de abuso sexual, y que nadie había hecho nada para evitarlo. Que la escritora era adicta a las pastillas no era ninguna novedad. Desde pequeña ya estuvo medicada y, en la adolescencia, siguieron recetándole pastillas altamente adictivas que le provocaban alucinaciones. Pizarnik se volvió totalmente dependiente de dichas sustancias, usándolas incluso para escribir, sumado a la bulimia que padecía, lo que acabó derivando en una fuerte depresión.  Tras un permiso de fin de semana del centro psiquiátrico en el que estaba internada, Pizarnik regresó a su casa e ingirió 50 pastillas de Seconal. Los diarios que encontraron en su casa, y que vieron la luz tiempo después, fueron censurados por un supuesto deseo expreso de su familia, quien no quería que se supiese la homosexualidad o bisexualidad de la escritora ni tampoco ciertos hechos traumáticos de su infancia, en lo que no dejaba en buen lugar a sus parientes. 


Alejandra Pizarnik y su madre, Rejzla


Una relación extremadamente peculiar fue la que tuvo el escritor americano H.P. Lovecraft con su madre, Sarah Susan Phillips. Lovecraft perdió a su padre cuando era muy pequeño, por lo que quedó al cuidado de su madre, quien le inculcó un odio profundo hacia su padre y también hacia el ser humano en general, lo que le llevó a relacionarse únicamente con un círculo muy pequeño de gente conocida ante el temor que le provocaba el resto de personas. Además, desde pequeño, Sarah se encargó de minar la autoestima de su hijo, a quien llamaban feo constantemente, diciéndole incluso que no fuese solo por la calle para que la gente no viese lo espantoso que era. 

A pesar de ello, Sarah fue extremadamente sobreprotectora con Howard, a quien no dejaba que durmiera nunca fuera de casa, puesto que consideraba que su hijo era una especie de inválido que no era capaz de valerse por sí mismo y sobrevivir solo en un mundo que consideraba cruel y malvado. Por ello, su madre comenzó a crear un ambiente asfixiante y claustrofóbico, provocando incluso una crisis nerviosa en un Howard de 18 años. Lovecraft relató su particular infierno a uno de los pocos amigos que tenía: «Solo estoy viviendo a medias- una gran parte de mi fuerza se consume en estar sentado o andando. Mi sistema nervioso es un desastre y estoy completamente aburrido y sin vida, salvo cuando me encuentro con algo que me interesa completamente. Entonces, me di cuenta con horror que me estoy haciendo viejo para el placer. La edad adulta es un infierno». 


H.P. Lovecraft junto con sus padres



Cuando Lovecraft tenía 28 años, su madre fue internada por problemas mentales en un hospital psiquiátrico y, dos años después, el desenlace fatal se cumplió. Sarah murió cuando el escritor tenía 30 años y, a pesar de la relación tóxica y asfixiante que había entre los dos, la pérdida de su madre le supuso un gran pesar. «Mi madre era, con toda probabilidad, la única persona que me entendió completamente. No es probable que me vuelva a encontrar con una mente tan admirable».

Lovecraft, profundamente influenciado por el terror gótico de Allan Poe, se convirtió en uno de los escritores de terror sobrenatural más importantes de su siglo, y también de la actualidad. Muchos de sus historias están, posiblemente, condicionadas por su infancia y adolescencia, como también el resto de su vida, tal y como determinó una de sus psiquiatras, que aseguraba que sus escritos estaban llenos de contradicciones, como «su amor y horror al pasado». Según los amigos y escritores del círculo literario que frecuentaba, Lovecraft era solitario e introvertido, además de profundamente racista, probablemente debido a que su madre le hizo odiar al género humano y, especialmente, a los que no eran americanos. Pero también le definieron como creativo, generoso y muy inteligente. 

A pesar de ese racismo, Lovecraft se casó con Sonia H. Greene, hija de inmigrantes judíos procedentes de Ucrania, que era viuda y siete años mayor que él. Greene, una mujer de fuerte carácter, independiente, escritora y con un negocio propio, no fue bien vista por la familia de Lovecrft, especialmente por sus tradicionales tías. El matrimonio atravesó numerosas crisis, tanto sentimentales como económicas. El negocio de Sonia tuvo que cerrar y Lovecraft tampoco podía ganarse la vida como escritor, puesto que consideraba que Nueva York estaba lleno de inmigrantes que le quitaban el trabajo, hecho que incrementó su racismo y su animadversión a la ciudad. Años después, ambos se divorciaron de mutuo acuerdo, alegando desavenencias en su matrimonio. Algunos biógrafos han planteado la posibilidad de que Lovecraft fuera asexual, o incluso homosexual, puesto que se ha mencionado alguna vez su "falta de masculinidad", como así se puede ver en el documental  Lovecraft: Fear of the Unknow, dirigido por Guillermo del Toro y basado en la vida del escritor. 


Lovecraft y Sonia H. Greene


Sus últimos años de vida los pasó sin dinero, enfermo y desnutrido, siendo especialmente sensible a cualquier temperatura que fuese inferior a los 20º. Un mes antes de su muerte, se le diagnosticó un cáncer intestinal y una grave insuficiencia renal, lo que provocó su fallecimiento. Aunque está enterrado en un panteón familiar junto con su abuelo, ninguna losa señala su tumba. Un grupo de seguidores del escritor recreó una lápida conmemorativa con su nombre y una frase que utilizaba en sus cartas: I'am Providence 

Lápida conmemorativa en el Cementerio de Swan Point



En en lado opuesto de estas relaciones, se encontraban otros escritores como Marcel Proust o Borges, quienes tuvieron una relación de total dependencia con sus madres. Proust fue un niño enfermo toda su vida, por lo que creció bajo el afecto, cuidado y protección de su progenitora. Tal era su dependencia que era incapaz de hacer cualquier cosa simple sin el respaldo de su madre, a quien preguntaba incluso,-siendo adulto-, cuánto dinero tenía que dar como propina, cuánto alcohol podía tomar o cuántos cigarros podía fumar al día. La muerte de Jeanne-Clémance le marcó profundamente, puesto que no contemplaba la vida sin su madre a su lado. Pero este hecho fue el motivo por el cual Proust comenzó una de sus obras infinitas, En busca del tiempo perdido. Con la imagen de su madre en la cabeza, rememoró todos los episodios de su vida, y escribió una obra basada en sus recuerdos. Según los estudiosos de la figura de Proust, escribir En busca del tiempo perdido fue prácticamente la única cosa que hizo por su cuenta, precisamente porque se sentía libre tras la muerte de su madre. 


Proust y su familia


Algo similar le ocurrió al escritor argentino Jorge Luis Borges, quienes muchos aseguran que mantuvo una relación con su madre, Leonor Acevedo, como si fuesen un matrimonio, donde compartían todo como si se tratase de una auténtica pareja, «a excepción del sexo», como recalca el autor de una de sus biografías. Tal era la devoción que sentía por su madre que, siendo agnóstico confeso, seguía rezando todas las noches el Ave María que le había enseñado Leonor desde que era pequeño. 

Leonor fue la sombra de su hijo, y cuando Borges comenzó a perder la visión, ella era sus ojos. Se convirtió en su secretaria personal, le leía lo que Borges le pedía, le escribía sus cartas y los escritos que él mismo le dictaba. Ante su cercana muerte y con el temor de que su hijo se quedase solo y desamparado, le incitó a que se casase con Elsa Astete, quien había sido un amor de juventud. Según el círculo cercano al escritor, Borges se aburría profundamente con Elsa y el hijo de ésta. Un día, Borges salió del domicilio en el que vivían los tres alegando que iba a trabajar, pero nunca más volvió. Regresó junto a su madre. 

Borges y su madre, Leonor Acevedo



Aunque la relación entre los escritores con sus madres fue igual de mala que en el caso de sus padres, el motivo no siempre fue el mismo. Mientras que en el caso de los progenitores la violencia y el abandono cobraban más importancia, en el caso de las madres, se les reprochaba la frialdad y el poco tiempo de cuidado que habían dedicado a su hijos, así como la sobreprotección, que en muchos casos era excesiva. 



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