No
es casual que uno de los insultos más frecuentes contra las mujeres sea “loca”.
En 1509, Fernando II decide encerrar a su hija Juana en el convento de Santa
Clara, en Tordesillas, alegando que estaba loca y que tenía una enajenación
mental. ¿Por qué? Porque Juana se había convertido en la heredera del Reino de
Castilla al haber muerto sus hermanos. Y el problema estaba en que Juana era mujer.
¿Cómo iba a reinar una mujer? Imposible. Su madre Isabel era reina pero
Fernando se había casado con ella por el interés de anexionar dos reinos y ser
reyes ambos.
La
solución fácil era declarar que estaba loca y encerrarla en un convento. Pero
mucho antes de eso, la historia, y más concretamente su familia, se había
encargado de hacer pasar a Juana por loca. El matrimonio con Felipe el Hermoso
fue pactado porque interesaba a la corona de España, y ella no estaba tan loca
de amor por él como se ha hecho creer siempre. Felipe tenía amantes estando
casado con Juana y hacía todo lo que quería, pero jamás admitiría que no
pudiera ser rey de Castilla. Por su parte, Fernando también intentó por todos
los medios desacreditar a su hija para reinar él en solitario tras la muerte de
Isabel, pero no pudo hacerlo y le ganó la batalla Felipe.
Plaza Mayor de Tordesillas / imagen propia |
Felipe
estaba dispuesto a reinar a toda costa, incluso incumpliendo la cláusula del
testamento de Isabel, en el que se prohibía reinar a cualquier extranjero, con
el objetivo de que Felipe no llegara al poder. En ese momento, Felipe se
proclamó rey de Castilla (que no rey consorte, como le correspondería) y quiso
declarar loca a Juana para quitársela de encima, pero las Cortes de Valladolid
se negaron a declarar la incapacidad de la reina. Poco después, Felipe murió
con 28 años. La historia también se ha encargado de hacernos creer que Juana,
como estaba loca, se había quedado con el cadáver de Felipe porque lo amaba
profundamente y para protegerlo de sus amantes, pero no es la realidad. Juana
lo escondió con el fin de que nadie se enterase de la muerte y pasara el tiempo
suficiente para que su hijo Carlos creciese y reinara con ella. Antes, no
podían volver a casar a una mujer hasta que su marido no estuviera enterrado, y
Juana no quería casarse otra vez, sino que quería defender sus derechos como
reina.
Fernando,
antes de morir, la recluyó en Tordesillas junto a su hija, la infanta Catalina.
Allí pasaría años, hasta su muerte en 1555. Su hijo Carlos pasó a ser rey de
España, aunque no recibió apoyo en el poco tiempo que reinó. Juana murió sola, recluida,
sufrió torturas, malos tratos, y fue acusada de loca por su padre, marido e
hijo quienes, casualmente, solamente tenían ansia de poder.
“La
historia la escriben los ganadores. Y los ganadores suelen ser hombres”
De mi visita a Tordesillas / imagen propia |
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