viernes, 19 de marzo de 2021

Padres malos, hijos condenados

El Día del Padre, esa fecha especial en la que se felicita a todos los padres y que se celebra en homenaje a San José, padre adoptivo de Jesús, que cuidó y se hizo cargo de un hijo que, según la tradición cristiana, no era suyo propio, sino que era el hijo de Dios. Ese padre que le dio cobijo, protección, atención y amor. Algo que todos los padres deberían hacer pero que, en muchos casos, no hacen. 

Una gran cantidad de escritores tuvieron una mala relación sus progenitores, que en la mayoría de los casos derivó en una difícil infancia y posterior adolescencia, y que les produjo un vacío existencial a lo largo de su vida. Condenados a la depresión, a la tristeza, a la soledad, a la incomprensión, al abandono. Padres que abandonaron a sus hijos, que no aceptaron que se dedicaran a la literatura, que nunca reconocieron su talento, que abusaron física y psicológicamente de ellos, que hicieron de su infancia un tormento, rodeada de alcohol y violencia. 

Sylvia Plath cargó toda su vida con la muerte de su padre, con quien nunca tuvo buena relación y de quien no se pudo despedir. Se refería a él como “un nazi”, viéndose a sí misma como una judía atemorizada; o un “vampiro que le chupó la sangre”, quien tenía clavada “una estaca en su grueso y negro corazón”. Le dedicó varios poemas, entre ellos, Papi,  que según la biógrafa Anne Stevenson, se trata de un «feroz rechazo» de la figura paterna. Y también Electra en la senda de las Azaleas, en el que, identificándose a sí misma como la Electra de la tragedia griega, narra una de las visita a la tumba de su padre, enterrado en un albergue de caridad. Le acusa de que su muerte haya repercutido en su estado mental, lo que le ha provocado convertirse en el fantasma de "una infame suicida".

Sylvia Plath y sus padres 

Virginia Woolf intentó suicidarse con 13 años tras la muerte de su madre. El hecho de quedarse a cargo de su padre, un maltratador y dictador que tenía atemorizada a toda la familia, le supuso un auténtico terror que le acompañó durante toda su vida, sumado a la violación que sufrió por parte de su hermanastro. 

Virginia Woolf y su padre

Emily Dickinson sufrió abusos por parte de su hermano y de su padre. Éste último, además, quería que se casase con un conocido amigo suyo, 20 años mayor que Emily, y a quien ella rechazó.

Emily Dickinson y su padre



El padre de Rosalía de Castro, sacerdote de profesión, no quiso reconocer a su hija para que no se descubriese su origen eclesiástico. Por ello, fue inscrita como” hija de padres desconocidos”.

Allan Poe sufrió el abandono por parte de su padre cuando era tan solo un niño. David Poe, un actor frustrado y adicto al alcohol, abandonó a sus dos hijos y a su mujer, Elisabeth Arnold, quien estaba embarazada de la pequeña Rosalie. Debido a la prematura muerte de Elisabeth, los niños se vieron obligados a vivir con diversas familias. Poe adoptó el apellido Allan de su padre adoptivo, con quien nunca tuvo buena relación.

Allan Poe; su padre biológico, David Poe; y su padre adoptivo, John Allan



El escritor ruso Dostoievski perdió a su madre siendo muy joven, y quedó al cuidado de su alcohólico y depresivo padre, que murió trágicamente a manos de los campesinos que cuidaban de sus tierras.

Dostoiesvki y su padre 



Charles Baudelaire perdió a su padre cuando tenía 5 años. Su madre se volvió a casar por conveniencia con el comandante Jacques Aupick, un hombre frío y rígido. La relación entre ambos nunca fue buena y se profesaron un odio profundo. Baudelaire ingresó en el Collège Royal por orden de Aupick, quien no quería tenerle cerca. El poeta, a través de las cartas, reclamaba ayuda y amor a su madre, algo que jamás recibió por su parte. Este drama familiar le supuso una gran infelicidad y un vacío existencial que le acompañaría toda la vida. 

Baudelaire y el general Aupick


Larra siempre se sintió abandonado por su madre, pero también por su padre, un médico afrancesado de la Corte de Napoleón que tenía múltiples amantes. Tras el suicidio del escritor, su padre culpó a la madre de la muerte del periodista, acusándola de no haberse hecho cargo nunca de su hijo y de no haberle inculcado valores religiosos para que no cometiese tal acto. Casualmente, él tampoco se hizo cargo de su hijo. 

Larra y su padre



Zorrilla nunca tuvo relación con su padre, un magistrado de la Corte de Fernando VII de carácter autoritario e intransigente, que jamás aceptó que su hijo se dedicase a la literatura y no al Derecho. Esta mala relación llegó hasta la muerte de sus progenitores, algo que Zorrilla recuerda en sus escritos: «Mis padres mueren sin llamarme en su última hora ¡Dios me deja en la tierra sin el último abrazo y sin la bendición de mis padres! ¿Qué le he hecho yo a Dios? ¿Están malditos mis pobres versos?»


Kafka nunca tuvo buen recuerdo de su padre, a quien le reprochó su conducta abusiva desde que era pequeño, lo que derivó en su carácter retraído y atormentado. A él le escribió Cartas al padre, cuyo inicio ya es demoledor: «Queridísimo padre. Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Igual que siempre, no supe contestarte, tal vez justamente por el temor que te tengo (...)» y donde se pueden leer frases de este estilo:

 «Como padre has sido demasiado fuerte para mí, y más teniendo en cuenta que mis hermanos murieron siendo niños y mis hermanas nacieron ya mucho después, de modo que hube de cargar con ello yo solo, para lo que era demasiado débil. (...) Tú sólo puedes tratar a un niño de la misma manera con que estás hecho: con fuerza, ruido e iracundia, y esto te parecía además muy adecuado». 


Padres de Kafka

El padre de Miguel Hernández nunca aceptó que su hijo quisiera abandonar el pastoreo para dedicarse a la poesía. Siendo el tercero de siete hermanos, Miguel puedo estudiar hasta el bachillerato. A pesar de que le ofrecieron una beca para que pudiese continuar con sus estudios, su padre la rechazó. Sin embargo, el escritor siguió leyendo a los clásicos gracias a un clérigo amigo de la familia y, a escondidas de su padre, dedicaba sus tardes a escribir en lo alto de una montaña.

Foto familiar de Miguel Hernández 

El padre de Rimbaud, un capitán de infantería, abandonó a su mujer y a sus 5 hijos cuando el poeta tenía 6 años. Este hecho marcó su infancia y adolescencia, puesto que su madre, Vitalie Rimbaud, fue una mujer de carácter fuerte y rígido, absolutamente obsesionada con la responsabilidad y la educación de sus hijos. Rimbaud, estudiante brillante y superdotado, creció en un ambiente asfixiante. De carácter rebelde, se había escapado varias veces a París, y con 17 años ya era adicto al alcohol y a diversas sustancias. A tan corta edad, su poesía se había vuelto intensa y atormentada,

Rimbaud y su padre

Edna O’Brien creció en una granja a las afueras de Irlanda, rodeada de una madre ultracatólica, firme defensora de que la escritura era un camino a la perdición, y un padre alcohólico, que gastaba el poco dinero familiar en el juego y en la bebida.

J.K.Rowling siempre ha recocido que tuvo una infancia infeliz, marcada por la enfermedad de su madre y la tensa relación con su padre, con quien no se hablaba. Con 25 años, su madre falleció, y dos años conoció al que sería su primer marido, con quien tuvo una hija y del que se acabaría divorciando. En un discurso en la Universidad de Harvard, confesó que esos fueron los peores años de su vida: su matrimonio había sido un fracaso, no tenía trabajo ni dinero, y tenía una hija que mantener. Confesó también que todo ello derivó en una fuerte depresión que incluso le hizo plantearse la de idea de acabar con su vida. 

J.K. Rowling y su padre 

Este es el ejemplo de que los padres no siempre quieren, no siempre cuidan, no siempre apoyan y no siempre están. No siempre es un día para celebrar. 


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