viernes, 17 de febrero de 2017

Cuando Virginia Woolf y David Foster Wallace predijeron su muerte

¿Nunca te ha ocurrido algo premonitorio? Es decir, que te haya pasado algo que ya habías soñado antes, o que te encuentres por la calle a una persona que ya habías visto en otra parte. Puede que sí. También ocurre aquello donde una idea se te pasa por la cabeza, una idea loca, rara, curiosa, peligrosa… Una idea que en un momento dado manifiestas en alto o por escrito, y resulta que acabas haciendo eso que nadie se imagina, que nadie se espera.


Fragmento de Esto es agua
Muy pocas veces las personas son por dentro lo mismo que proyectan por fuera. Alguien puede estar dando un discurso que habla sobre la suerte, las oportunidades, la libertad, el optimismo, la vida… y al año siguiente pegarse un tiro en la cabeza. Tú, como lector o espectador de ese discurso, ¿habrías sido capaz de pensar que ese hombre o esa mujer que está allí arriba, en el escenario, lanzando mediante palabras ideas positivas, animándote a continuar en la vida, un camino lleno de oportunidades, todo ello por descubrir… sería capaz de abandonar esa misma vida de la que tanto habla a través de ejemplos, reflexiones y vivencias propias? En ese caso, ¿cómo te tomarías ese discurso? No nos engañemos: la vida no sería tan maravillosa ni el camino que nos queda por recorrer sería tan prometedor si esa persona decide abandonarlo en un período breve de tiempo. Nuestra visión cambiaría radicalmente, no creeríamos ni una sola palabra de lo que nos está contando, y en nuestra cabeza solo tendríamos la idea de: «¿Y por qué no se aplica el cuento también?».



David Foster Wallace


David Foster Wallace lo hizo. En 2008 escribió un magnífico discurso para la ceremonia de graduación de la Universidad de Keynon, donde reflejaba la realidad próxima que les esperaba a los graduados, pero que seguía ajena para los estudiantes allí presentes. Mencionaba las numerosas actividades tediosas a las que las personas nos teníamos que enfrentar a lo largo de nuestra vida como hacer la compra, tragarnos atascos diarios y aguantar a ciertas personas que fastidian en gran medida nuestro día a día. A pesar de ello, Wallace mantenía cierto optimismo que trataba de impregnar en los alumnos, a través de la libertad y la capacidad de decisión propia de cada uno, que repercutiría en gran medida en su felicidad. A pesar de ello, de ese falso optimismo, Wallace sacaba a relucir su más que de sobra pesimismo sobre la vida: «La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte. Tiene que ver con llegar a los treinta años, o incluso a los cincuenta, sin querer pegarte un tiro en la cabeza». Parecía algo premonitorio, o quizá más bien algo premeditado, algo que haría tarde o temprano; y fue más temprano que tarde, puesto que, tres años después de este discurso, Wallace se suicidó con 46 años. Ni siquiera había sido capaz de seguir nadando en la vida, a la que se refería como «agua».



Virginia Woolf

También cuesta creer que una persona feliz acabara quitándose la vida. Virginia Woolf lo hizo, a pesar de que describía su perfecta vida con su marido con estas palabras: «no creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros». Pero algo era premeditado y así lo había hecho saber en Fin de viaje, su novela autobiográfica y de carácter ensayista a través de la protagonista, Rachel. Mediante Rachel, Virginia Woolf retrató su vida, sus miedos, sus dudas e incertidumbres, su infancia y juventud, su inexperiencia en ciertos temas y la desigualdad social de su época. La novela se publicó en 1915 y me pregunto, ¿los lectores serían conscientes de que Woolf estaba escribiendo su fin en esas páginas a través de la protagonista? Rachel se enferma y acaba muriendo, y 26 años después, Virginia Woolf decidió que su enfermedad mental era tan avanzada que sobraba en esta vida, por lo que se sumergió en el río Ouse y nunca más salió a flote.



Carta de despedida de V. Woolf a su marido (1941)
¿Alguien habría llegado a la conclusión de que David Foster Wallace, después de ese discurso, iba a suicidarse? ¿Alguien se habría dado cuenta de que Rachel en verdad era Virginia Woolf, que se estaba despidiendo del mundo y estaba dejando constancia de lo que iba a hacer en el río Ouse tiempo después? ¿Alguien podría haber impedido cualquiera de las dos historias? ¿Sus protagonistas habrían querido ser salvados?

«Porque nadie sabe quién somos por dentro hasta que duele en el interior», canta Beret en su canción Bala perdida. Y a ellos les dolía la vida, algo difícil de averiguar en el exterior, y decidieron guardarse para sí mismos su propia salvación, sin dar detalles precisos en sus palabras, haciéndolas pasar por ficción, aunque luego acabaran convirtiéndolas en realidad.  









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