¿Nunca te ha ocurrido
algo premonitorio? Es decir, que te haya pasado algo que ya habías soñado
antes, o que te encuentres por la calle a una persona que ya habías visto en
otra parte. Puede que sí. También ocurre aquello donde una idea se te pasa por
la cabeza, una idea loca, rara, curiosa, peligrosa… Una idea que en un momento
dado manifiestas en alto o por escrito, y resulta que acabas haciendo eso que
nadie se imagina, que nadie se espera.
Muy pocas veces las
personas son por dentro lo mismo que proyectan por fuera. Alguien puede estar
dando un discurso que habla sobre la suerte, las oportunidades, la libertad, el
optimismo, la vida… y al año siguiente pegarse un tiro en la cabeza. Tú, como
lector o espectador de ese discurso, ¿habrías sido capaz de pensar que ese
hombre o esa mujer que está allí arriba, en el escenario, lanzando mediante
palabras ideas positivas, animándote a continuar en la vida, un camino lleno de
oportunidades, todo ello por descubrir… sería capaz de abandonar esa misma vida
de la que tanto habla a través de ejemplos, reflexiones y vivencias propias? En
ese caso, ¿cómo te tomarías ese discurso? No nos engañemos: la vida no sería
tan maravillosa ni el camino que nos queda por recorrer sería tan prometedor si
esa persona decide abandonarlo en un período breve de tiempo. Nuestra visión
cambiaría radicalmente, no creeríamos ni una sola palabra de lo que nos está
contando, y en nuestra cabeza solo tendríamos la idea de: «¿Y por qué no se
aplica el cuento también?».
Fragmento de Esto es agua |
David Foster Wallace |
David
Foster Wallace lo hizo. En 2008 escribió un magnífico
discurso para la ceremonia de graduación de la Universidad de Keynon, donde
reflejaba la realidad próxima que les esperaba a los graduados, pero que seguía
ajena para los estudiantes allí presentes. Mencionaba las numerosas actividades
tediosas a las que las personas nos teníamos que enfrentar a lo largo de
nuestra vida como hacer la compra, tragarnos atascos diarios y aguantar a
ciertas personas que fastidian en gran medida nuestro día a día. A pesar de
ello, Wallace mantenía cierto optimismo que trataba de impregnar en los
alumnos, a través de la libertad y la capacidad de decisión propia de cada uno,
que repercutiría en gran medida en su felicidad. A pesar de ello, de ese falso
optimismo, Wallace sacaba a relucir su más que de sobra pesimismo sobre la vida:
«La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte. Tiene
que ver con llegar a los treinta años, o incluso a los cincuenta, sin querer
pegarte un tiro en la cabeza». Parecía algo premonitorio, o quizá más bien algo
premeditado, algo que haría tarde o temprano; y fue más temprano que tarde,
puesto que, tres años después de este discurso, Wallace se suicidó con 46 años.
Ni siquiera había sido capaz de seguir nadando en la vida, a la que se refería
como «agua».
Virginia Woolf |
También cuesta creer que
una persona feliz acabara quitándose la vida. Virginia Woolf lo hizo, a pesar de que describía su perfecta vida
con su marido con estas palabras: «no creo que dos personas pudieran haber sido
más felices de lo que lo hemos sido nosotros». Pero algo era premeditado y así
lo había hecho saber en Fin de viaje, su novela
autobiográfica y de carácter ensayista a través de la protagonista, Rachel. Mediante Rachel, Virginia Woolf
retrató su vida, sus miedos, sus dudas e incertidumbres, su infancia y
juventud, su inexperiencia en ciertos temas y la desigualdad social de su
época. La novela se publicó en 1915 y me pregunto, ¿los lectores serían
conscientes de que Woolf estaba escribiendo su fin en esas páginas a través de
la protagonista? Rachel se enferma y acaba muriendo, y 26 años después,
Virginia Woolf decidió que su enfermedad mental era tan avanzada que sobraba en
esta vida, por lo que se sumergió en el río Ouse y nunca más salió a flote.
Carta de despedida de V. Woolf a su marido (1941) |
¿Alguien habría llegado a
la conclusión de que David Foster Wallace, después de ese discurso, iba a
suicidarse? ¿Alguien se habría dado cuenta de que Rachel en verdad era Virginia
Woolf, que se estaba despidiendo del mundo y estaba dejando constancia de lo
que iba a hacer en el río Ouse tiempo después? ¿Alguien podría haber impedido
cualquiera de las dos historias? ¿Sus protagonistas habrían querido ser
salvados?
«Porque nadie sabe quién
somos por dentro hasta que duele en el interior», canta Beret en su canción Bala perdida. Y a ellos les dolía la vida, algo difícil de averiguar en el exterior,
y decidieron guardarse para sí mismos su propia salvación, sin dar detalles
precisos en sus palabras, haciéndolas pasar por ficción, aunque luego acabaran
convirtiéndolas en realidad.
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