jueves, 23 de diciembre de 2021

Dos libros que te enseñarán a ver la vida de otra forma


En abril del año pasado, justo en mitad de la cuarentena y del confinamiento, compartí dos libros para reflexionar. Uno era El mundo azul, de Albert Espinosa; y el otro, Esto es agua de David Foster Wallace.

Hoy, más de un año después, vuelvo a escoger a Foster Wallace y su inspirador discurso, pero esta vez acompañado de otra magnífica escritora: J.K Rowling.

Dos discursos de graduación que te cambiarán la vida / imagen propia
 

Quien sea seguidor y lector de Foster Wallace sabrá que esta obra no es una novela al uso, sino que se trata del discurso que impartió en la ceremonia de graduación de la Universidad de Kenyon ante un auditorio lleno de estudiantes en 2005. Fue el único discurso que dio en su vida. El relato comienza con un breve párrafo introductorio a modo de parábola: 
“Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por causalidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor les saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?». Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho. Por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: «¿Qué demonios es el agua?».

A través de Esto es agua. Algunas ideas, expuestas en una ocasión especial, sobre cómo vivir con compasión, Wallace intentó explicar la existencia de las diferentes visiones sobre una misma cosa, dependiendo de la experiencia y creencia de la persona. Para él, la tolerancia y la creencia son dos principios básicos e imprescindibles para vivir.


En 2008, tres años después de que Wallace diese ese discurso y justo el año en el que se quitó la vida, J.K Rowling fue invitada a pronunciar el discurso de la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard. Allí, ante un público lleno de jóvenes entusiasmados por el final de su etapa universitaria, la escritora compartió unas reflexiones extremadamente sabias bajo el título de Vivir bien la vida. Los beneficios inesperados del fracaso y la importancia de la imaginación. Fracaso e imaginación, dos extremos que Rowling conoce muy bien:

“Entonces, ¿por qué os hablo de los beneficios del fracaso? Sencillamente, porque el fracaso me obligó a prescindir de lo superfluo. Dejé de fingir ante mí misma que era lo que no era y empecé a concentrar toda mi energía en acabar el único trabajo que de verdad me importaba. Si hubiese tenido éxito en cualquier otro campo, quizá nunca habría encontrado la determinación necesaria para triunfar en el único terreno en el que de verdad creía que encajaba. Me sentí liberada, porque mi mayor temor se había cumplido y, sin embargo, seguía viva, y seguía teniendo una hija a la que adoraba, y tenía una máquina de escribir vieja y una gran idea. Y así fue como, tras tocar fondo, ese mismo fondo se convirtió en la sólida base sobre la que rehíce mi vida. Tal vez nunca fracaséis de una forma tan estrepitosa como yo, pero en la vida es inevitable fracasar alguna vez. Es imposible vivir sin fracasar en algo, al menos que seas tan prudente que no se pueda decir que hayas vivido; y, en ese caso, fracasas por omisión”.

Vivir bien la vida- J.K.Rowling / imagen propia


La imaginación, el otro pilar fundamental en el discurso y en la vida de Rowling, se sustenta en base a la empatía y a la inspiración, dos sentimientos que desarrolló durante su primer trabajo en Amnistía Internacional:

“A diferencia del resto de los animales de este planeta, los seres humanos pueden aprender y entender algo sin haberlo experimentado. Pueden ponerse en el piel del otro. Por supuesto, esa capacidad es moralmente nuestra, igual que la magia de mis obras de ficción. Es un poder que puede emplearse para manipular y controlar, o para comprender y solidarizarse. Pero muchos prefieren no hacer ningún uso de su imaginación. Deciden no salir de la comodidad de la que disfrutan dentro de los límites de su propia experiencia, y no se toman la molestia de preguntarse qué pasaría si hubieran nacido en otra realidad, si fueran otras personas. Pueden negarse a oír los gritos y asomarse a las jaulas; pueden cerrar la mente y el corazón a cualquier sufrimiento que no les afecte de manera personal. Pueden negarse a saber”.

Ambos escritores reflejaron en sus discursos que las cosas importantes de la vida no pasan por los títulos académicos ni las notas, quizá la mayor preocupación de los estudiantes. En efecto, la vida no se mide por las notas, sino por méritos mucho más importantes.

Así lo afirmó Wallace: «La verdad tiene que ver con el verdadero valor de una verdadera educación, que no pasa por las notas ni los títulos y sí en gran medida por la simple conciencia: la conciencia de algo que es tan real y tan esencial, y que está tan oculto delante mismo de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez: esto es agua». 






Y así lo hizo Rowling: «Si tuviese un giratiempo, le diría a mi yo de veintiún años que la felicidad radica en saber que la vida no es una lista de la que ir tachando tus adquisiciones y logros. La vida no son los títulos, ni el currículum, a pesar de que conoceréis a muchas personas de mi edad y mayores que yo que confunden esas dos cosas. La vida es difícil, es complicada, y nadie puede controlarla del todo pero, si sois humildes y lo aceptáis, lograreis superar las vicisitudes». 






Solo he dado un discurso una vez en mi vida. Un profesor me eligió para escribir y pronunciar el discurso de graduación de Bachillerato. Durante unos cinco-diez minutos, tenía que despedirme de mis compañeros, cerrar estos dos años de la mejor manera posible, dar infinitos ánimos de cara a Selectividad y desear que el camino que cada uno escogíamos a partir de ahora fuese el mejor.

No sé si lo hice mejor o peor. No recuerdo ni una sola palabra de lo que dije, y ni siquiera sé dónde acabó la hoja que escribí y leí. Lo que sí sé, una vez pasado el tiempo, es que, quizá, hubiera dicho otras cosas; lo hubiera hecho de otra manera. Los discursos de graduación, sobre todo cuando los pronuncian "celebridades”, lejos de ser una frivolidad, son auténticos regalos.

Posiblemente, esos chavales de la Universidad de Kenyon que escucharon sin mucho entusiasmo (o que lo tomaron como un discurso más de su vida estudiantil) a Wallace, y los de Harvard que hicieron lo propio con Rowling, lo escucharían ahora de otra forma. La visión y la mentalidad de los 21-22 años no es la misma que la de ahora. También cambia, porque la vida nos obliga a cambiar. Quizá, las palabras de Wallace sobre las partes de la vida adulta, esas de las que nadie habla, que incluyen “aburrimiento, rutina y pequeñas frustraciones”, resuenen ahora en la cabeza de algún estudiante, y se sienta tan identificado como lo hacía el escritor. Porque ahora ya está en el agua con el resto de peces. Ahora está nadando.


Vivir bien la vida- J.K. Rowling / imagen propia


Y, quizá también, alguno esté experimentando el fracaso al que hacía mención Rowling, o la falta de imaginación. Algo que jamás se le pasaría por la cabeza a un estudiante de Harvard a punto de graduarse. 

«No necesitamos magia para transformar nuestro mundo; ya tenemos, en nuestro interior, todo el poder que necesitamos: el poder de imaginar algo mejor». Así finalizó Rowling. 

La magia de estos discursos es que siempre van más allá del ámbito académico, y sirven de aplicación para cualquier situación de la vida real.

Leedlos. Son verdaderas joyas y muy necesarios. Sirven para crear el propio discurso de nuestra vida, y también para ir dándole forma según avanza el tiempo. Nunca se sabe cuándo podemos ser nosotros los que tengamos que dar ese discurso. 


Dos discursos de graduación que te cambiarán la vida / imagen propia


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