Hay momentos en la vida en que
es necesario cambiar. Muchos de los cambios que necesitamos suelen estar muy
cerca de nosotros, en cambio nos empeñamos en complicarlo todo y en pensar que
es muy difícil cambiar. Nos da miedo, y nos auto convencemos de que el cambio
vendrá, pero que lo haremos mañana, y ese mañana se acaba convirtiendo en
nunca.
Las personas tenemos la manía
de conservar cosas y uno de los motivos principales es porque creemos que si
nos quedamos con todo aquello que perteneció a un determinado momento de
nuestras vidas, ese instante se va a quedar guardado para siempre en el objeto. Y no es así. Otorgamos un poder increíble a los objetos y a la vez los
sometemos a la complicada, pesada y ardua tarea de conservar nuestros
recuerdos, cuando realmente estos se quedan con nosotros aunque no nos demos
cuenta.
Guardamos cajas repletas de
cosas que ni siquiera recordábamos, que no habíamos utilizado en años, siempre
con el pensamiento de “me lo quedo por si acaso, en algún momento lo usaré”,
aunque realmente nunca no la hagamos. Ayer justamente me pasó algo así.
Encontré cajas con “recuerdos”, algunas cartas, invitaciones a fiestas a las
que fui, entradas de cine, de conciertos y musicales, felicitaciones de
cumpleaños y fotografías de algunos viajes. Todo es pasado porque, aunque
guarde todos esos objetos, los momentos ya no van a volver. Las fiestas, los
musicales y los conciertos se celebraron en una fecha determinada, y muchas de
las personas que aparecen en las imágenes y que firmaron la tarjeta de
cumpleaños, ya no están a mi lado, decidieron ir por su propio camino y apenas
tengo contacto con ellas. ¿Para qué guardar y conservar todo aquello?
El Feng Shui, a través de sus principios, pretende ayudarnos con las
llamadas “limpiezas energéticas”, cerrando ciclos, eliminando malas energías y
permitiendo que entren a nuestra vida cosas mejores, impulsando así nuevos
proyectos y oportunidades. Es necesario hacer limpieza de vez en cuando, tirar
todo aquello que no usamos y que de una manera u otra nos sigue atando a ese
pasado que, para bien o para mal, no volverá. De nada sirve tener botes vacíos
a los que no les vamos a dar uso o cajas repletas de figuritas, ni siquiera
bolígrafos que no pintan o ropa que nos ocupa todo el armario y que seguimos
teniendo “por si acaso”. Todo lo que nos
almacenamos y olvidamos con el tiempo nos impide que entren cosas nuevas que
llenen de luz y energía nuestro día a día, simplemente porque no dejamos hueco
para ellas.
Tira, cambia los colores,
cambia el orden de todo aquello que creías tener bien colocado, la cama, el
espejo, las cortinas, la mesa, la silla… Llena de alegría todos aquellos
rincones que no sabías ni que existían porque los objetos del pasado lo
tapaban. Esto no es una religión, ni una oración, ni una secta ni una
obligación, simplemente un cambio necesario. Yo estoy en ello.
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