miércoles, 18 de marzo de 2020

Escritores que pasaron su propia cuarentena


La historia de la humanidad ha vivido numerosas pandemias que han afectado a la población. Por todos son recordadas la peste negra, el cólera, la viruela, tuberculois, la Gripe Española, y numerosas plagas y epidemias más.


La historia de la literatura también está repleta de escritores que padecieron alguna de estas enfermedades y que les costó la vida, debido a la época en la que vivieron y la falta de medios y medicamentos que existían. 

John Keats

John Keats (1795-1821) fue uno de los principales poetas del romanticismo inglés, conocido como “el poeta de la melancolía”, ya que sus versos estaban próximos a la tristeza, el abatimiento y la depresión. Quizá porque había visto la muerte de cerca en dos ocasiones: primero la de su padre, que murió al caerse de un caballo cuando él apenas tenía 7 años. Y después, unos años más tarde, la de su madre por tuberculosis, que hizo que él sus y cuatro hermanos quedaran al cuidado de su abuela. Aunque se licenció en Farmacia, dedicó toda su corta vida a la poesía y a la literatura. Pero la vida no se lo iba a poner nada fácil, ya que perdió a uno de sus hermanos también por tuberculosis. Posteriormente, en uno de sus viajes, se dio cuenta de que él también estaba enfermo y de que, probablemente, le queda poco tiempo de vida. Durante su estancia en la casa londinense de uno de sus amigos, se enamoró de Fanny Brawne y ya enfermo, escribió sus mejores y, quizás más conocidos poemas: Oda a un ruiseñor, Oda a Psique y Oda a una urna griega.

La tuberculosis, una enfermedad altamente contagiosa que afectaba a las vías respiratorias y atacaba de lleno a los pulmones, hizo que muchísima gente se tuviera que aislar y pasar su propia cuarentena sin apenas asistencia ni medicación. La madre, el hermano y el propio Keats sufrieron la enfermedad.  En el caso de Keats, la sufrió aún más estando encerrado en un barco.
Un año después, Keats tuvo que dejar su relación con Fanny, ya que su estado de salud empeoró considerablemente. Los médicos le recomendaron que abandonara el clima frío y húmedo de Inglaterra, y se marchara al clima seco y soleado de Italia. En su camino a Roma, Keats tuvo que pasar una cuarentena obligada en el navío María Crowther, en el que estuvo encerrado durante una semana y enfermo, y donde escribió diversos poemas por desesperación. Una semana encerrado en un barco, enfermo de tuberculosis, en unas condiciones probablemente pésimas. Un año después, murió.

A pesar de morir tan joven, con 26 años, se consagró como uno de los poetas románticos más importante y conocido de Inglaterra.




Lord Byron (1788-1824), otro de los escritores más importantes del romanticismo inglés, probablemente también sufrió una larga y angustiosa cuarentena antes de morir. Hijo y nieto de capitán y vicealmirante, Byron tuvo u
George Gordon Byron "Lord Byron"
na vida muy agitada. Pasó por la Universidad de Cambridge, donde fue un gran y brillante estudiante, pero lo tuvo que dejar por falta de dinero. Durante su vida agitada, tuvo relaciones con prostitutas, aristócratas, y diversos amoríos más. Acabó casándose con Anna Isabella Noel Byron, a quien le dijo en su noche de bodas: «te arrepentirás de haberte casado con el diablo». Como Bayron no era fiel, Anna Isabella acabó abandonándolo tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, Augusta Ada

En 1824 sufrió un ataque epiléptico y enfermó gravemente. Durante esa época eran muy frecuentes las sangrías, en las que se extraía gran cantidad de sangre al enfermo con el fin de que se curase, pensando que aquello era lo que le provocaba la fiebre. A pesar de que Byron se negó en varias ocasiones, acabó accediendo a ello. La primera que le practicaron no tuvo buen resultado, por lo que terminaron por hacerle otras dos más. Murió 9 días después, tras haberle extraído cerca de 2 litros de sangre del cuerpo. La causa confirmada de su muerte fue fiebre tifoidea, una enfermedad infecciosa que se caracteriza por fiebre alta constante por encima de los 40º, sudoración, gastroenteritis y diarrea.

Probablemente pasó una larga cuarentena encerrado y sin poder moverse de su cama, agravado todo ello por la enfermedad, la fiebre y las constantes sangrías, y sabiendo cerca su muerte.



Virginia Woolf (1882-1941) también pasó unos cuantos encierros, y no por ninguna enfermedad contagiosa, sino por una supuesta “depresión”. Un encierro obligado. Si de Juana I se decía que estaba loca, de Virgina Woolf se decía (y se sigue diciendo) que era bipolar y que tenía una profunda depresión. Virginia, al igual que su hermana Vanessa, fue violada por uno de sus hermanos cuando ella tenía trece años y él veintiséis.
Adeline Virginia Stephen

Woolf, como era lo propio en esa época, acaba casándose con Leonard Woolf, del que no está enamorada. Un año después de la boda, intenta suicidarse tomándose una dosis de veronal, un potente sedante de la familia de los barbitúricos. Los médicos, en ese momento, atribuyen el suicidio a una enfermedad mental, pero no solo tendrá ese intento de suicidio, sino unos cuantos más después.

En esa época, se recomendaban las llamadas curas de reposo como método para “curar” la depresión. De este modo, se encerraba a las mujeres y se las alejaba de todo cuanto hacían en su día a día. Especialmente, evitaban que hicieran actividades creativas como leer y escribir, y que se dedicaran solo a comer y a dormir. Tras mucho insistir, Virginia consiguió que se permitieran escribir en la que fuera su novela Night and Day. Tal y como recoge Lucía Etxebarría en su libro Mujeres Extraordinarias (2020, pág.288), este tipo de curas fueron definidas por el médico que trató a Woolf de esta forma: “Normalmente recomiendo que la paciente permanezca en la cama de seis semanas a dos meses. La única acción que le permito es lavarse los dientes. Incluso dispongo todo para que sus necesidades las pueda evacuar desde la cama. Las enfermeras se ocupan de la bacinilla y la esponja. Insisto en que se alimente una sentada en la cama, y supervisada por una enfermera”.

A pesar de que las odiaba, durante los tres años siguientes, Woolf estaría ingresada en este tipo de curas unas cuantas veces más ante sus intentos de suicidio. Antes de su muerte, había intentado suicidarse dos veces tirándose por la ventana, una de ellas cuando era pequeña, tras el fallecimiento de su padre; y una vez más con pastillas de veronal un año después de su boda.

Pero el último no sería un intento, sino que le acabaría costando la vida. Se llenó los bolsillos del abrigo de piedras y se sumergió en el río Ouse, del que nunca salió a flote.

Una de las diversas cartas de suicidio que dejó 


Estos tres escritores, probablemente, vivieron un encierro y una cuarentena muchísimo peor que la que estamos viviendo actualmente. En el caso de Byron, su vida había perdido el rumbo completamente. Y Woolf vivía su propio encierro en su mente y cuerpo desde que era bien pequeña. Quizá esos encierros son peores que cualquier cuarentena en un piso de 90 metros cuadrados.

*Otras entradas del blog recomendadas*: Cuando Virginia Woolf y David Foster Wallace predijeron su muerte


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