La
historia de la humanidad ha vivido numerosas pandemias que han afectado a la
población. Por todos son recordadas la peste negra, el cólera, la viruela,
tuberculois, la Gripe Española, y numerosas plagas y epidemias más.
La
historia de la literatura también está repleta de escritores que padecieron
alguna de estas enfermedades y que les costó la vida, debido a la época en la
que vivieron y la falta de medios y medicamentos que existían.
John Keats |
John Keats (1795-1821) fue uno de los
principales poetas del romanticismo inglés, conocido como “el poeta de la
melancolía”, ya que sus versos estaban próximos a la tristeza, el abatimiento y
la depresión. Quizá porque había visto la muerte de cerca en dos ocasiones:
primero la de su padre, que murió al caerse de un caballo cuando él apenas
tenía 7 años. Y después, unos años más tarde, la de su madre por tuberculosis,
que hizo que él sus y cuatro hermanos quedaran al cuidado de su abuela. Aunque
se licenció en Farmacia, dedicó toda su corta vida a la poesía y a la
literatura. Pero la vida no se lo iba a poner nada fácil, ya que perdió a uno
de sus hermanos también por tuberculosis. Posteriormente, en uno de sus viajes,
se dio cuenta de que él también estaba enfermo y de que, probablemente, le
queda poco tiempo de vida. Durante su estancia en la casa londinense de uno de
sus amigos, se enamoró de Fanny Brawne y ya enfermo, escribió sus mejores y,
quizás más conocidos poemas: Oda a un ruiseñor,
Oda a Psique y Oda a una urna griega.
La
tuberculosis, una enfermedad altamente contagiosa que afectaba a las vías
respiratorias y atacaba de lleno a los pulmones, hizo que muchísima gente se
tuviera que aislar y pasar su propia cuarentena sin apenas asistencia ni
medicación. La madre, el hermano y el propio Keats sufrieron la enfermedad. En el caso de Keats, la sufrió aún más estando
encerrado en un barco.
Un
año después, Keats tuvo que dejar su relación con Fanny, ya que su estado de
salud empeoró considerablemente. Los médicos le recomendaron que abandonara el
clima frío y húmedo de Inglaterra, y se marchara al clima seco y soleado de
Italia. En su camino a Roma, Keats tuvo que pasar una cuarentena obligada en el
navío María Crowther, en el que estuvo encerrado durante una semana y enfermo,
y donde escribió diversos poemas por desesperación. Una semana encerrado en un
barco, enfermo de tuberculosis, en unas condiciones probablemente pésimas. Un
año después, murió.
A
pesar de morir tan joven, con 26 años, se consagró como uno de los poetas
románticos más importante y conocido de Inglaterra.
Lord Byron
(1788-1824), otro
de los escritores más importantes del romanticismo inglés, probablemente
también sufrió una larga y angustiosa cuarentena antes de morir. Hijo y nieto
de capitán y vicealmirante, Byron tuvo u
na vida muy agitada. Pasó por la
Universidad de Cambridge, donde fue un gran y brillante estudiante, pero lo
tuvo que dejar por falta de dinero. Durante su vida agitada, tuvo relaciones
con prostitutas, aristócratas, y diversos amoríos más. Acabó casándose con Anna Isabella Noel Byron, a quien le dijo
en su noche de bodas: «te arrepentirás de
haberte casado con el diablo». Como Bayron no era fiel, Anna Isabella acabó
abandonándolo tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, Augusta Ada.
George Gordon Byron "Lord Byron" |
En
1824 sufrió un ataque epiléptico y enfermó gravemente. Durante esa época eran
muy frecuentes las sangrías, en las que se extraía gran cantidad de sangre al
enfermo con el fin de que se curase, pensando que aquello era lo que le
provocaba la fiebre. A pesar de que Byron se negó en varias ocasiones, acabó
accediendo a ello. La primera que le practicaron no tuvo buen resultado, por lo
que terminaron por hacerle otras dos más. Murió 9 días después, tras haberle extraído
cerca de 2 litros de sangre del cuerpo. La causa confirmada de su muerte fue
fiebre tifoidea, una enfermedad infecciosa que se caracteriza por fiebre alta
constante por encima de los 40º, sudoración, gastroenteritis y diarrea.
Probablemente
pasó una larga cuarentena encerrado y sin poder moverse de su cama, agravado
todo ello por la enfermedad, la fiebre y las constantes sangrías, y sabiendo
cerca su muerte.
Virginia Woolf (1882-1941) también pasó unos cuantos
encierros, y no por ninguna enfermedad contagiosa, sino por una supuesta
“depresión”. Un encierro obligado. Si de Juana I se decía que estaba loca, de
Virgina Woolf se decía (y se sigue diciendo) que era bipolar y que tenía una
profunda depresión. Virginia, al igual que su hermana Vanessa, fue violada por
uno de sus hermanos cuando ella tenía trece años y él veintiséis.
Adeline Virginia Stephen |
Woolf,
como era lo propio en esa época, acaba casándose con Leonard Woolf, del que no
está enamorada. Un año después de la boda, intenta suicidarse tomándose una
dosis de veronal, un potente sedante de la familia de los barbitúricos. Los
médicos, en ese momento, atribuyen el suicidio a una enfermedad mental, pero no
solo tendrá ese intento de suicidio, sino unos cuantos más después.
En
esa época, se recomendaban las llamadas curas
de reposo como método para “curar” la depresión. De este modo, se encerraba
a las mujeres y se las alejaba de todo cuanto hacían en su día a día.
Especialmente, evitaban que hicieran actividades creativas como leer y
escribir, y que se dedicaran solo a comer y a dormir. Tras mucho insistir,
Virginia consiguió que se permitieran escribir en la que fuera su novela Night and Day. Tal y como recoge Lucía
Etxebarría en su libro Mujeres Extraordinarias
(2020, pág.288), este tipo de curas fueron definidas por el médico que
trató a Woolf de esta forma: “Normalmente
recomiendo que la paciente permanezca en la cama de seis semanas a dos meses.
La única acción que le permito es lavarse los dientes. Incluso dispongo todo
para que sus necesidades las pueda evacuar desde la cama. Las enfermeras se
ocupan de la bacinilla y la esponja. Insisto en que se alimente una sentada en
la cama, y supervisada por una enfermera”.
A
pesar de que las odiaba, durante los tres años siguientes, Woolf estaría
ingresada en este tipo de curas unas cuantas veces más ante sus intentos de
suicidio. Antes de su muerte, había intentado suicidarse dos veces tirándose
por la ventana, una de ellas cuando era pequeña, tras el fallecimiento de su
padre; y una vez más con pastillas de veronal un año después de su boda.
Pero
el último no sería un intento, sino que le acabaría costando la vida. Se llenó
los bolsillos del abrigo de piedras y se sumergió en el río Ouse, del que nunca
salió a flote.
Estos
tres escritores, probablemente, vivieron un encierro y una cuarentena muchísimo
peor que la que estamos viviendo actualmente. En el caso de Byron, su vida
había perdido el rumbo completamente. Y Woolf vivía su propio encierro en su
mente y cuerpo desde que era bien pequeña. Quizá esos encierros son peores que
cualquier cuarentena en un piso de 90 metros cuadrados.
*Otras entradas del blog recomendadas*: Cuando Virginia Woolf y David Foster Wallace predijeron su muerte
Todos los derechos reservados ©
Todos los derechos reservados ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí puedes dejar tu aportación. Seguro que es maravillosa