sábado, 28 de marzo de 2020

Escritores que estuvieron en prisión


Porque no solo de pandemias vive el hombre, también de encierros en prisión. Y allí, en la cárcel, es precisamente donde han salido grandes novelas y escritos que perduran en nuestro tiempo. No fueron pocos los escritores que acabaron entre rejas por diversos motivos, y si creemos que estos días de confinamiento son duros y eternos, seguramente los de ellos lo fueron muchísimo más.
Aquí va una pequeña selección de escritores (todos hombres) que pasaron una pequeña o gran parte de su vida en una celda, donde el boli y el papel fueron sus más grandes amigos, o que fue un punto de inflexión y reflexión para crear algunas de sus novelas tras recuperar la libertad. Seguro que los conocéis, por eso, la próxima vez que tengas esa u otra obra suya entre las manos, intentad trasladaros al momento en el que la escribieron. Duro, ¿verdad?


Nicolás Maquiavelo (1469-1527). Aunque nació en Florencia bajo el nombre real de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, siempre ha sido conocido en castellano como Nicolás Maquiavelo. Diplomático, político, filósofo, escritor y autor de una de las grandes obras del pensamiento político, El Príncipe (entre otras), Maquiavelo se convirtió en una de las principales figuras del Renacimiento italiano.

Proveniente de una familia noble, aunque empobrecida, siempre estuvo ligado a la política. En tiempos de los Médici, desempeñó cargos de secretario  y diplomático de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra. Su objetivo era formar el pensamiento político a través de la psicología de los gobernantes para pre
Nicolás Maquivelo 
servar la soberanía en Florencia. Tras la creación de diversas milicias e intentos de pactos, la historia dio un giro, colocando a los Médici de nuevo en el poder. La influyente familia se enfadó con Maquiavelo, a quien acusaron de traición y de haber conspirado para que no volvieran a gobernar. En 1513, fue encarcelado y torturado, cayendo así en desgracia y perdiendo todos sus poderes políticos.

Al recuperar la libertad, decidió recluirse en soledad en una de las propiedades que tenía su familia, una casa de campo en Sant’Andrea de Percussina, ante el destierro que tuvo que afrontar. En su reclusión, Maquiavelo vivió prácticamente como un fugitivo, tanto es así que prefería no salir a la calle para que no le reconocieran. En su lugar, ideó un pasadizo que conectaba directamente con una taberna de mala muerte, conocida precisamente como L'Albergaccio ("La mala posada"). Allí, vestido con ropas sencillas y con un candelabro, se mezclaba con campesinos, peregrinos y lugareños que paraban en la posada para tomarse vinos. Allí dedicó su tiempo a escribir El Principe, una obra inspirada en César Borgia y  dedicada a los Médici, en el peor sentido posible, ya que criticaba la forma de gobernar de la familia.

Después de años de retiro, volvió a la vida política. Pero la felicidad le duró poco, ya que las tropas de Carlos I de España invadieron Roma. Debido a ello, se produjo la caída de los Medici, lo que tuvo conllevó la caída también de Maquievelo, que acabó falleciendo en 1527.  


Fiódor Dostoyevski
Fiódor Dostoyevski (1821-1881). Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, una de las principales figuras del Realismo ruso, fue el segundo de siete hermanos. Desde muy joven tuvo que hacer frente a la muerte de su madre por tuberculosis y a un padre autoritario que cayó en la depresión y el alcohol. Fiódor y su hermano fueron enviados a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, donde comenzó a interesarse por la literatura, especialmente por Sheakespear y Victor Hugo, entre otros. Allí recibió la noticia que su padre había fallecido, algo de lo que siempre se culparía por haber deseado la muerte de su progenitor en varias ocasiones.


Tiempo después, tras haber terminado sus estudios de Ingeniería, siguió con su pasión por la literatura, traduciendo libros para saldar sus deudas. Debido a sus conexiones con el círculo de Peytashevski, un grupo de discusión literaria formado por empresarios, progresistas y oficiales que se oponían a la monarquía, en 1849 fue arrestado y encarcelado junto a otros compañeros acusados de conspirar contra el zar Nicolás I. Dostoyevski estuvo detenido 8 meses, y en prisión escribió El pequeño héroe, una historia basada en el primer amor de un niño de 11 años, y que se publicaría en 1857. Posteriormente, fue trasladado a la fortaleza de San Pedro y San Pablo, donde fue sentenciado a muerte. Sin embargo, justo cuando estaba en el pelotón de fusilamiento con otros compañeros y a punto de ser disparado, un jinete irrumpió en el patíbulo con una orden en la que se conmutaba la pena de muerte por cinco años de trabajos forzosos en la fría Siberia. Allí conocería a María Iséyeva, mujer de un supervisor, con quien se casaría posteriormente tras la muerte de su marido.

Su vida después de aquellos años mejoró considerablemente, ya que alcanzó la fama literaria con la publicación de diversas novelas y la creación de una revista, que tuvo que cerrar por falta de presupuesto. Sin embargo, los malos momentos volverían, teniendo que hacer frente de nuevo a la muerte de su hermano y su esposa por tuberculosis, y a sus constantes ataques de epilepsia que le acompañaban desde los 11 años.

En 1865 se refugió en el balneario de Wiesbaden, en Alemania, para mejorar su salud, reclusión que aprovechó para trabajar en una sus novelas más conocidas, Crimen y castigo. A partir de ese momento, su vida volvió a dar un giro positivo y la fama volvió a crecer. Fue elegido miembro de la Academia de las Ciencias, y se convirtió en miembro del Comité Honorífico de la Asociación de Literatura Internacional. Siguió escribiendo hasta el fin de sus días, que acabaron con una hemorragia pulmonar.

Una vida de tristeza, reclusiones y sufrimientos, tanto a nivel físico como moral, forjaron a uno de los mejores escritores del siglo XIX, que supo como nadie adentrarse en las emociones y sentimientos del alma humana, y plasmarlo en sus novelas y escritos.

“Destruye mis deseos, erradica mis ideales, muéstrame algo mejor y te seguiré”. F. Dostoyevski  



Oscar Wilde (1854-1900). Hijo de una escritora y un cirujano, Wilde siempre estuvo cerca de la literatura. Desde pequeño, estudió en los mejores colegios y universidades, donde incluso ganó el Premio Newdigate de poesía. Compaginaba los estudios universitarios con la publicación de poemas y la creación de una revista enfocada al público femenino, Woman's World. Además, realizaba constantes viajes en Europa, donde tenía relación con grandes escritores que comenzaban a surgir en esos momentos.

Oscar Wilde
Se ganó las malas miradas y las duras críticas de los sectores más conservadores con la publicación de El retrato de Dorian Grey, en la que aparecía una nueva invocación al diablo y posterior pacto con él a cambio de su alma, como ya surgió en Fausto. Pero su éxito no se vio enturbiado por este acontecimiento, sino que su popularidad fue creciendo a medida que publicaba nuevas novelas. Sin embargo, no todo iba a ser perfecto, y en 1895 el marqués de Queenberry inició una campaña de desprestigio en periódicos y revistas hacia Wilde, donde le acusaba de homosexual. A pesar de que el escritor intentó defenderse, las pruebas del marqués le otorgaban una mayor credibilidad, y el 27 de mayo de 1895 fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. De nada sirvieron las constantes peticiones efectuadas desde los más importantes círculos literarios europeos pidiendo su libertad, ya que tuvo que cumplir la pena de forma íntegra. Tras su estancia en la prisión de Wandworth y Reading, y una vez recuperada la libertad, se cambió de identidad (pasándose a llamar Sebastián Melmoth) y se marchó como exiliado a Francia. Allí escribió la Balada de la cárcel de Reading, un poema el que plasmó sus vivencias y sentimientos experimentados durante los dos años de encierro. En prisión conoció a un preso que fue ahorcado por haber asesinado a su esposa, hecho que le marcó profundamente y que reflejó en gran parte de la obra.

Sus últimos años de vida quizá fueron un tormento para él, caracterizados por una inestabilidad económica y graves problemas de salud derivados de su adicción al alcohol, lo que le llevó a vivir mendigando en las calles de París. Finalmente, murió por una meningitis que, según cuentan, ya padecía desde su instancia en prisión, pero que se agravó con la ingesta de alcohol








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