Porque
no solo de pandemias vive el hombre, también de encierros en prisión. Y allí,
en la cárcel, es precisamente donde han salido grandes novelas y escritos que
perduran en nuestro tiempo. No fueron pocos los escritores que acabaron entre
rejas por diversos motivos, y si creemos que estos días de confinamiento son
duros y eternos, seguramente los de ellos lo fueron muchísimo más.
Aquí
va una pequeña selección de escritores (todos hombres) que pasaron una pequeña
o gran parte de su vida en una celda, donde el boli y el papel fueron sus más
grandes amigos, o que fue un punto de inflexión y reflexión para crear algunas
de sus novelas tras recuperar la libertad. Seguro que los conocéis, por eso, la
próxima vez que tengas esa u otra obra suya entre las manos, intentad
trasladaros al momento en el que la escribieron. Duro, ¿verdad?
Nicolás Maquiavelo
(1469-1527). Aunque
nació en Florencia bajo el nombre real de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli,
siempre ha sido conocido en castellano como Nicolás Maquiavelo. Diplomático,
político, filósofo, escritor y autor de una de las grandes obras del pensamiento
político, El Príncipe (entre otras), Maquiavelo se convirtió en una de las
principales figuras del Renacimiento italiano.
Proveniente
de una familia noble, aunque empobrecida, siempre estuvo ligado a la política. En
tiempos de los Médici, desempeñó cargos de secretario y diplomático de la segunda cancillería
encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra. Su objetivo era formar el
pensamiento político a través de la psicología de los gobernantes para
pre
servar la soberanía en Florencia. Tras la creación de diversas milicias e
intentos de pactos, la historia dio un giro, colocando a los Médici de nuevo en
el poder. La influyente familia se enfadó con Maquiavelo, a quien acusaron de
traición y de haber conspirado para que no volvieran a gobernar. En 1513, fue
encarcelado y torturado, cayendo así en desgracia y perdiendo todos sus poderes
políticos.
Nicolás Maquivelo |
Al
recuperar la libertad, decidió recluirse en soledad en una de las propiedades
que tenía su familia, una casa de campo en Sant’Andrea de Percussina,
ante el destierro que tuvo que afrontar. En su reclusión, Maquiavelo vivió prácticamente
como un fugitivo, tanto es así que prefería no salir a la calle para que no le
reconocieran. En su lugar, ideó un pasadizo que conectaba directamente con una
taberna de mala muerte, conocida precisamente como L'Albergaccio ("La mala
posada"). Allí, vestido con ropas sencillas y con un candelabro, se
mezclaba con campesinos, peregrinos y lugareños que paraban en la posada para
tomarse vinos. Allí dedicó su tiempo a escribir El Principe, una obra inspirada en César Borgia y dedicada a los Médici, en el peor sentido
posible, ya que criticaba la forma de gobernar de la familia.
Después
de años de retiro, volvió a la vida política. Pero la felicidad le duró poco,
ya que las tropas de Carlos I de España invadieron Roma. Debido a ello, se
produjo la caída de los Medici, lo que tuvo conllevó la caída también de
Maquievelo, que acabó falleciendo en 1527.
Fiódor Dostoyevski |
Fiódor Dostoyevski
(1821-1881). Fiódor
Mijáilovich Dostoyevski, una de las principales figuras del Realismo ruso, fue el
segundo de siete hermanos. Desde muy joven tuvo que hacer frente a la muerte de su
madre por tuberculosis y a un padre autoritario que cayó en la depresión y el
alcohol. Fiódor y su hermano fueron enviados a la Escuela de Ingenieros Militares
de San Petersburgo, donde comenzó a interesarse por la literatura,
especialmente por Sheakespear y Victor Hugo, entre otros. Allí recibió la noticia
que su padre había fallecido, algo de lo que siempre se culparía por haber deseado
la muerte de su progenitor en varias ocasiones.
Tiempo
después, tras haber terminado sus estudios de Ingeniería, siguió con su pasión
por la literatura, traduciendo libros para saldar sus deudas. Debido a sus
conexiones con el círculo de Peytashevski, un grupo de discusión literaria
formado por empresarios, progresistas y oficiales que se oponían a la
monarquía, en 1849 fue arrestado y encarcelado junto a otros compañeros
acusados de conspirar contra el zar Nicolás I. Dostoyevski estuvo detenido 8
meses, y en prisión escribió El pequeño
héroe, una historia basada en el primer amor de un niño de 11 años, y que se publicaría en
1857. Posteriormente, fue trasladado a la fortaleza de San Pedro y San Pablo,
donde fue sentenciado a muerte. Sin embargo, justo cuando estaba en el pelotón
de fusilamiento con otros compañeros y a punto de ser disparado, un jinete
irrumpió en el patíbulo con una orden en la que se conmutaba la pena de muerte
por cinco años de trabajos forzosos en la fría Siberia. Allí conocería a María
Iséyeva, mujer de un supervisor, con quien se casaría posteriormente tras la
muerte de su marido.
Su
vida después de aquellos años mejoró considerablemente, ya que alcanzó la fama
literaria con la publicación de diversas novelas y la creación de una revista,
que tuvo que cerrar por falta de presupuesto. Sin embargo, los malos momentos
volverían, teniendo que hacer frente de nuevo a la muerte de su hermano y su esposa
por tuberculosis, y a sus constantes ataques de epilepsia que le acompañaban desde
los 11 años.
En
1865 se refugió en el balneario de Wiesbaden, en Alemania, para mejorar su salud, reclusión
que aprovechó para trabajar en una sus novelas más conocidas, Crimen
y castigo. A partir
de ese momento, su vida volvió a dar un giro positivo y la fama volvió a
crecer. Fue elegido miembro de la Academia de las Ciencias, y se convirtió en
miembro del Comité Honorífico de la Asociación de Literatura Internacional.
Siguió escribiendo hasta el fin de sus días, que acabaron con una hemorragia
pulmonar.
Una
vida de tristeza, reclusiones y sufrimientos, tanto a nivel físico como moral,
forjaron a uno de los mejores escritores del siglo XIX, que supo como nadie adentrarse
en las emociones y sentimientos del alma humana, y plasmarlo en sus novelas y
escritos.
“Destruye
mis deseos, erradica mis ideales, muéstrame algo mejor y te seguiré”. F. Dostoyevski
Oscar Wilde (1854-1900).
Hijo de una
escritora y un cirujano, Wilde siempre estuvo cerca de la literatura. Desde pequeño,
estudió en los mejores colegios y universidades, donde incluso ganó el Premio
Newdigate de poesía. Compaginaba los estudios universitarios con la
publicación de poemas y la creación de una revista enfocada al público
femenino, Woman's World.
Además, realizaba constantes viajes en Europa, donde tenía relación con grandes
escritores que comenzaban a surgir en esos momentos.
Oscar Wilde |
Se
ganó las malas miradas y las duras críticas de los sectores más conservadores
con la publicación de El retrato de Dorian Grey, en la que aparecía una nueva
invocación al diablo y posterior pacto con él a cambio de su alma, como ya surgió en Fausto. Pero su éxito no se vio enturbiado por este acontecimiento,
sino que su popularidad fue creciendo a medida que publicaba nuevas novelas.
Sin embargo, no todo iba a ser perfecto, y en 1895 el marqués de Queenberry
inició una campaña de desprestigio en periódicos y revistas hacia Wilde, donde
le acusaba de homosexual. A pesar de que el escritor intentó defenderse, las
pruebas del marqués le otorgaban una mayor credibilidad, y el 27 de mayo de
1895 fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. De nada sirvieron
las constantes peticiones efectuadas desde los más importantes círculos literarios europeos
pidiendo su libertad, ya que tuvo que cumplir la pena de forma íntegra. Tras su
estancia en la prisión de Wandworth y Reading, y una vez recuperada la
libertad, se cambió de identidad (pasándose a llamar Sebastián Melmoth)
y se marchó como exiliado a Francia. Allí escribió la Balada de la cárcel de Reading, un poema el que plasmó sus
vivencias y sentimientos experimentados durante los dos años de encierro. En prisión conoció a un preso que fue ahorcado por haber asesinado a su esposa, hecho que
le marcó profundamente y que reflejó en gran parte de la obra.
Sus
últimos años de vida quizá fueron un tormento para él, caracterizados por una
inestabilidad económica y graves problemas de salud derivados de su adicción al
alcohol, lo que le llevó a vivir mendigando en las calles de París. Finalmente,
murió por una meningitis que, según cuentan, ya padecía desde su instancia en
prisión, pero que se agravó con la ingesta de alcohol
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