viernes, 22 de julio de 2016

Solo a veces


-        -  Qué bonito suena, ¿verdad?- cerró los ojos después de decir aquellas palabras e inhaló aire con fuerza, como si el oxígeno se fuera a acabar de un momento a otro y él quisiera aprovechar hasta el último microgramo. 

En realidad no había sonido bonito, porque no sonaba nada. Algunos pasos resonaban en la acera y el chirrido de la puerta principal del portal que teníamos al lado molestaba de vez en cuando. El aire ululaba a sus anchas, moviendo la puerta, colándose en los pequeños agujeros que encontraba y silbando cuando le apetecía. Por lo demás, todo estaba en silencio. ¿Qué había de bonito?
-          
S     - Sé que está pensado que no suena nada, pero el silencio también es bonito, solo a veces.

“Muchas cosas también son bonitas solo a veces”- pensé, pero no me atreví a decirlo. No tenía miedo a expresar lo que quería en cada momento, pero me habría pedido explicaciones de más que no me apetecía dar. Me limité a callar y seguir caminando.
El paseo estaba siendo más tranquilo de lo habitual. Quizá estábamos los dos ausentes, por distintas situaciones, cada uno en un mundo. Solo a veces coincidíamos en palabras, acciones o miradas, y dejábamos de lado nuestro orgullo, nuestro mundo y nuestro amor propio para compartirlo con el otro. Muchas otras veces lo hacíamos por obligación, por pensar que estábamos demasiado tiempo alejados, aunque estuviéramos al lado, y alguna muestra de atención y cariño era necesaria.

El viento soplaba más fuerte, nos adelantaba y rellenaba los huecos que había entre nosotros. Estábamos apartados, una o dos baldosas nos separaban, y solo a veces nos mirábamos un par de segundos a los ojos. Estábamos entretenidos buscando no sé qué cosas en no sé qué mundos, pero sin prestar atención a este. Ni siquiera prestábamos atención a las calles por las que pasábamos ni sabíamos si alguien nos observaba desde lejos. Tampoco nos dábamos cuenta de que faltaba la luz, puesto que dábamos por hecho que las farolas eran infinitas en nuestro mundo. Ya no chirriaban puertas, y parecía que todas se habían cerrado aquella noche. Tampoco se escuchaban pasos. Quizá todo el mundo se había ido a dormir menos nosotros dos, porque el aire no nos dejaba y nos envolvía de nuevo de vez en cuando. Solo a veces alguna hoja se dejaba caer abandonada sobre las baldosas que habíamos pisado, pero no nos quería seguir. No le gustaba nuestro camino.


No repitió más veces lo bonito que sonaba, ni siquiera volvió a pronunciar una sola palabra en toda la noche. Quizá se había dado cuenta de que no sonaba nada, que todo entre nosotros era viento y silencio. Seguimos caminando por aquella calle de la que desconocíamos su nombre, ni siquiera nos habíamos parado a mirarla, porque la poca luz no nos lo permitía y porque esa calle no existía en nuestros respectivos mundos. No escuchamos más puertas, ni más pisadas- ni siquiera las nuestras- que parecía que estuviéramos andando sobre una colchoneta de espuma. Tampoco cayó ninguna hoja más. Todas se agarraban fuertemente a las ramas, con miedo a caer al frío suelo, con miedo a quedarse solas, con miedo a seguirnos, con miedo al viento que, inevitablemente, estaba con nosotros.


A veces, solo a veces, para siempre es un segundo. Solo a veces, es ahora o nunca. Y en ese segundo te hubiera besado.


Todos los derechos reservados ©




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu aportación. Seguro que es maravillosa

/