jueves, 21 de julio de 2022

'Buscando Mercy Street': Linda Gray o cómo sobrevivir a su madre, Anne Sexton


'Buscando Mercy Street', el reencuentro de Linda Gray con su madre, Anne Sexton


Este es, sin duda, uno de los libros más duros y difíciles que he leído en mi vida. A pesar de ello, me ha encantado adentrarme en la vida de Linda Gray Sexton, en su infancia, su adolescencia, en sus recuerdos, en todos sus momentos buenos y malos.

La hija de Anne Sexton, a través del título de uno de los poemas de su madre -45 Mercy Street-, hace un repaso de toda su vida, una vida marcada por la enfermedad mental de su madre, la poeta Anne Sexton; también por el alcohol, los numerosos intentos de suicidio, la agresividad de su padre, el abandono por parte del resto de su familia y sus posteriores depresiones propias. No fue fácil tener una madre como Sexton en ninguno de los sentidos, y así lo recuerda Linda, quien, ya desde muy pequeña, tuvo que hacer frente al abandono y a la soledad, sufriendo los malos tratos de su tío y el desprecio de su tía durante los largos meses que su madre permanecía internada en algún hospital por sus ataques o sus intentos de suicidio y ella debía quedarse al cuidado de ellos.

Querida Linda:

Estoy en mitad de un vuelo a San Luis para dar un recital. Estoy leyendo una historia del New Yorker que me ha hecho pensar en mi madre y, sola como estoy en el asiento, le he susurrado: «lo sé, madre, lo sé». (¡He encontrado un bolígrafo!) y he pensado en ti –algún día estarás volando sola a algún sitio, cuando quizás ya esté muerta, y desearás hablarme-.

Y quiero contestarte. Linda, a lo mejor no es en un vuelo, a lo mejor es en nuestra cocina, por la tarde, tomando un té, cuando tengas cuarenta años. Cuando sea, quiero volver a decirte que:

1. Te quiero

2. Nunca me dejaste tirada

3. Lo sé. Yo estuve una vez ahí. Yo, también, tuve cuarenta años y una madre muerta a la que aún necesitaba.



Carta de Anne Sexton a su hija
Esa carta la encontró Linda tan solo unos meses después de que su madre se hubiese quitado la vida, dentro de una caja de metal donde guardaba sus objetos personales desde que tenía doce años. Estas líneas, que abren el primer capítulo titulado La carta, junto con pequeñas partes de poemas de Anne Sexton que aparecen en cada capítulo, nos acompañan a la largo de la historia.

La publicación de este libro, así como el de las memorias de Anne Sexton -que corrió a cargo de Diane Middlebrook-, supuso que salieran a la luz multitud de “secretos” en torno a la figura de la poeta, que no gustaron en absoluto al resto de la familia, que incluso llegó a amenazar a Linda Gray si eso acababa publicado.

«La publicación de la biografía de mi madre, escrita por Diane Middlebrook, provocó reacciones extremas en varios frentes, y Buscando Mercy Street también generó admiradores y críticos del estilo. (…) Estaban aquellos que protestaron alegando que había usurpado la vida de mi madre para utilizarla en mi beneficio, y estaban aquellos que aplaudían la honestidad con la que había escrito el libro. Estaban los que cuestionaban su veracidad y los que crearon el rumor de que eran unas “memorias falsas”, un concepto que estaba siendo cada vez más aceptado en el campo psiquiátrico aquella época. (…) De mi familia también llegaron más, aunque diferentes, preguntas. Principalmente, se preguntaban cómo podía recordar nuestra vida juntas de una forma tan distinta a como la recordaban ellos. Lo expliqué de la siguiente manera: escribir unas memorias sobre ti y sobre tu familia es como entrar en una habitación en la que está todo el mundo pero hacerlo por una puerta diferente a la suya; siempre es la misma habitación pero el ángulo desde el que miras es distinto al que el resto percibe, pese a que la habitación contenga los mismos objetos, cuadros, cortinas y sillas. Mismas vidas, perspectivas diferentes.

Algunos miembros de mi familia, sin embargo, parecían implacables. Mis primos y la hermana mediana de mi madre me llamaron furiosos a casa criticándome por haber revelado tanto sobre nuestros asuntos privados familiares. Cuando se publicó la biografía también mandaron una airada carta al New York Times. No les consoló lo más mínimo que hubiese callado mucha información más sobre esa parte de la familia, al no tener relación alguna con el motivo principal de 'Buscando Mercy Street'. Al contrario, continuaron con una sarta de vituperios que yo intentaba ignorar por muy difícil que resultase. Aún hoy es el día que no nos hablamos».

Nadie sabía, por ejemplo, que Anne Sexton había intentado abusar sexualmente de su propia hija, quizá repitiendo un patrón que ella misma había sufrido en su infancia por parte de su padre. Tampoco fue del agrado de muchos la publicación de las cintas de las terapias que Sexton realizaba con su terapeuta, o las cartas que se enviaba con sus amantes, entre ellos, uno de sus psiquiatras. Linda, como albacea de la obra de su madre, consideró en todo momento que las cartas, las cintas y otra documentación en relación a su progenitora debían ver la luz, pues mostraban a la auténtica Anne Sexton. Una Sexton que se tomaba varias copas antes de sus recitales de poesía; una Sexton que estaba al borde de la muerte cada día; una Sexton brillante en la poesía, ganadora de un Pulitzer, y cuya casa estaba a rebosar de pastillas que intentaban acallar esas voces que le decían que acabase con su vida y con la de sus hijas. Una Sexton que desatendía por completo sus obligaciones como madre, que no hacía la comida, que se pasaba horas frente a una máquina de escribir para componer sus mejores poemas; una Sexton que se acurrucaba con Linda rogándole que ella, que en esos momentos tenía nueve años, fuese la madre verdadera y ella fuese la hija de 33 años. Una Sexton que bebía hasta la extenuación. Una Sexton que se masturbaba frente a su hija. Una Sexton que pegaba a Linda, a quien, en algún momento de su terapia, confesó odiar y desear matar. Una Sexton que acusó a Sylvia Plath- quien era su amiga y se había suicidado en 1963-, de haberse apropiado de una muerte que no le pertenecía, y de haberle quitado el protagonismo que ella misma merecía. Una Anne Sexton ausente, incapaz de cuidar y cuidarse, que puso fin a su vida ingiriendo pastillas y alcohol, e inhalando durante horas el monóxido de carbono que salía del motor de su Cougar rojo. Una Anne Sexton que vivió buscando el 45 de Mercy Street, un lugar que solo residía en su cabeza.

«El 4 de octubre de 1974, mi madre no escribió ninguna nota ni hizo ninguna llamada de teléfono. No buscó ayuda ni que la rescataran, y eligió un método mucho más certero que sus viejos rituales con los somníferos. Mientras el delicado sol de otoño se derramaba por el tejado, mi madre bajó la puerta del garaje, se montó en su coche y encendió el motor, no como un grito de socorro, sino como un punto y final. Para acabar con el dolor se quitó la vida. Mi madre murió de depresión: intratable, incesante. ¿Por qué cuando hacemos referencia a la depresión pensamos en ella como un estado caracterizado, principalmente, por el atontamiento y la moral baja en vez de como un estado de intenso sufrimiento? Al final, mi madre sabía que ni toda la terapia del mundo podía salvarla. (…) Quería morir, un deseo que nacía de la desesperación, no de la ira. En un momento dado, escribir la había aupado por encima de sí misma. Haciendo uso de las palabras había escapado de su dolor, ofreciéndoselo a otros. Era capaz de expandirse, de imaginar a Anne en otras vidas, en otros cuerpos, otro sexo, otras situaciones, dibujando similitudes entre ella misma y sus lectores, entre ella misma y otros sujetos.

(…) ¿Con qué frecuencia se ha especulado que la locura crea arte? Si mi madre estuviese viva hoy en día, sacudiría la cabeza en total desacuerdo y recordaría a todos los interrogadores que cuando estás hundida en el dolor y la confusión, no eres capaz de crear nada. Simplemente, trabajas muy duro para sobrevivir».


La poeta Anne Sexton en el verano de 1974


¿Cómo sobrevivir a esa infancia, marcada por la soledad, el abandono y el maltrato? ¿Cómo sobrevivir a esa adolescencia, con la muerte rondando a cada minuto y con la imagen de la madre loca y depresiva? ¿Cómo sobrevivir a la juventud tras su posterior suicidio? ¿Cómo abrirse camino en la literatura siendo hija de Anne Sexton? ¿Cómo vivir con el fantasma de una madre suicida? ¿Cómo convivir con los recuerdos? ¿Cómo ir a terapia, tener depresión y tomar pastillas con el miedo constante de acabar como ella? ¿Cómo sacar a Anne Sexton de lo más profundo de tu alma? ¿Cómo perdonar y querer a una madre que no había sabido serlo?

«Amé a mi madre cuando estaba viva; la amo aún, a pesar de la ira, a pesar de su enfermedad mental y las cosas que esta le obligaba a hacer. Nunca quise que pareciese un monstruo a los ojos de nadie. Era cariñosa y amable, pero también estaba enferma y era destructiva. Intentó ser una buena madre pero, y esta es la verdad, no lo fue. Mi madre era humana, simplemente, y estaba sujeta a todo tipo de debilidades y problemas. Hay quien solo desea recordarla bajo cierta luz, una especie de leyenda. No desean escuchar que Anne Sexton hizo algo que no fuese perfecto, o algo inútil, o algo más que un simple e inevitable resultado de la sociedad en la que se abrió camino. Al enriquecer la realidad de la mujer que fue, la biografía quizás había destruido su muy limitada imagen como mujer que había sido víctima de su enfermedad mental, víctima de un marido agresivo, víctima de la sociedad que la había oprimido como mujer pidiéndole que fuese solamente un ama de casa y una madre».

 

Anne Sexton y su hija pequeña Joy


Linda Gray, al igual que su madre, hizo de la escritura su terapia. Quiso entender cada una de las situaciones por las que había atravesado a lo largo de su vida, comprender a su madre incluso en los momentos más incomprensibles. Quiso ser una madre real y de verdad, estar con sus hijos y cuidar de ellos como Anne Sexton no lo había hecho con ella y con su hermana Joy. Aun así, el fantasma de Sexton ha seguido sobrevolando desde su muerte en 1974, y también acompañando a Linda durante todo este tiempo, en el que ha pasado por muchas de las situaciones por las que pasó Anne: soledad, depresión, pastillas, voces, pensamientos suicidas… Pero con un final diferente. Linda sobrepasó los 45 años con los que su madre se quitó la vida, formó una familia, alejó todos los fantasmas y se reconcilió con Anne. Al menos, en cierta parte.

«En 'Buscando a Mercy Street' había escrito sobre perdonarle a mi madre su vida y la clase de madre que había sido para mí, pero aún no había llegado al punto de enfrentarme y perdonar su brutal y repentina muerte. No entendía, entonces, que necesitaba más aceptación y perdón para continuar con mi vida y que, a pesar de que el libro lidiaba con mucho de eso, no contaba, finalmente, toda la historia entre mi madre y yo. En 1993, mientras aún estaba escribiendo este libro, tenía cuarenta años y estaba en una encrucijada en mi vida. Cuando llegó ese momento en mi vida que coincidía con el aniversario de la muerte de mi madre (el día en el que cumplí 45 años), me sentí tan deprimida y suicida como se había sentido ella. Casi no sobrevivo, pese a mis valientes afirmaciones previas sobre cómo tenía mi propia depresión bajo control. En 2001, cuatro años después de mi último intento de suicidio, empecé a escribir acerca de mis experiencias con este terrible legado. En mis sesiones psiquiátricas -y en mi ordenador, ya que había empezado un nuevo libro-, examinaba constantemente la muerte de mi madre y mi deseo de morir, de la misma forma que había examinado su vida y mi relación para con ella en estas memorias. ¿Qué significaba realmente para mí su suicidio a los cuarenta y cinco años como mujer de cuarenta y cinco años que yo era?».

Enfrentarse a la poesía de Anne Sexton es complicado, pero también es revelador. La poesía confesional-o confesionalismo- en la que también trabajaron otras escritoras como Sylvia Plath, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, y la propia Sexton, llena de detalles sobre la vida privada de cada una de ellas, la sexualidad y las enfermedades mentales nos acerca a una realidad. Dolorosa, eso sí, pero real. A unos versos alejados de la fantasía, cargados de tristeza, melancolía y recuerdos. Y, en muchos casos, cercanos a la muerte, aquella que se ve como una salvación y no como un temor. 'Buscando Mercy Street' es imprescindible para entender no solo la poesía de Anne Sexton, sino a la propia Anne Sexton, a Linda Gray y a la vida en todo su contexto. 

Poema de Anne Sexton dedicado a Sylvia Plath tras su suicidio en 1963


Durante estos años, Linda ha escrito numerosas novelas, y como albacea de su madre ha editado un volumen de cartas,-Anne Sexton. Un autorretrato en cartas-, ha dado el consentimiento para la publicación de la biografía de Anne Sexton, y sigue comprendiendo, poco a poco, a su madre, a quien intenta introducir en cada una de sus novelas.


Linda Gray Sexton, escritora e hija y albacea de Anne Sexton



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