A
pesar de nacer en una familia humilde, Hans
Christian Andersen (1805-1875) se convirtió en uno de los mejores y más
importantes escritores de cuentos del siglo XIX. Hijo de una lavandera y de un zapatero,
su vida estuvo marcada por la pobreza, la muerte de su padre, el bullying, unos
sueños frustrados y unos grandes fracasos amorosos.
Apasionado
lector de Shakespeare, tuvo que dejar la escuela a los 11 años por el repentino
fallecimiento de su padre, teniendo que mendigar y llegando incluso a vivir
debajo de un puente. Con 14 años, creyó descubrir que su verdadera vocación estaba
relacionada con la música y la interpretación, y abandonó su Odense natal
dispuesto a cumplir su sueño en Copenhague. Pero no lo consiguió. Allí recibió
burlas de todo tipo, pero consiguió entablar amistad con músicos y poetas que,
confiando en su singular capacidad artística, accedieron a financiarle sus estudios.
Como su sueño de la música y la interpretación se había roto, optó por
decantarse por la literatura. Y acertó de lleno.
Comenzó
publicando el poema El niño moribundo,
y continuó escribiendo, entre otros, novelas, relatos de viaje y obras de
teatro. Pero su fama llegó con los cuentos, que se hicieron mundialmente
conocidos: La Sirenita, La Reina de las
Nieves, El patito feo, El traje del emperador, La vendedora de fósforos… y
así hasta cerca de 178 títulos que invitaban a soñar, pero también a
reflexionar, pues muchos de ellos escondían un oscuro y profundo mensaje detrás
relacionado con la vida de su autor.
Algunos
de sus cuentos se transformaron en película de la mano de Disney pero, tanto la
historia en sí como el final, fueron edulcorados y adaptados a un público
infantil. Ciertos estudiosos de sus obras llegaron a la conclusión de que sus
escritos eran profundamente oscuros y melancólicos, y que ese tinte lúgubre que
recubre las historias se debe a su infancia llena de carencias, que aparece
continuamente reflejada en las mismas. Dedicó a su madre el cuento de La vendedora
de fósforos, que cuenta la historia de una pequeña niña pobre y
semihuérfana que se ve obligada a vender cerillas bajo la espesa y fría nieve
de la víspera de año nuevo, rodeada de gente que ultima sus compras navideñas y
escaparates a rebosar. La pequeña, muerta de frío, enciende cerillas para
entrar en calor, mientras se imagina una casa con chimenea, comida, luces de
navidad y amor. La niña, al agotarse las cerillas, ruega a su abuela fallecida
que no la deje morir de frío y que la lleve consigo al cielo. Deseo que se
acaba cumpliendo.
Para
escribir El patito feo se inspiró también en su propia historia y relató
el bullying y la discriminación que sufrió en su infancia por ser pobre. No
obstante, a lo largo de su vida, también tuvo que lidiar con insultos y
discriminaciones por ser disléxico, así como con la imagen de fracasado que
tenían de él el resto de escritores por solo escribir cuentos y no haber
conseguido ser novelista o dramaturgo. En La Reina de las nieves, historia que la que se inspiró Disney
para hacer Frozen, Andersen se
refiere a la reina como una mujer fría y sin corazón.
Pero los fracasos amorosos serían otro gran pilar de su vida. Aunque nunca se declaró abiertamente homosexual por temor a su entorno, fue conocida su relación con el bailarín de ballet danés Harald Scharff, cuya historia de amor, corta pero intensa, llegó a marcar profundamente al escritor. Más tarde, vendría su amor no correspondido con el aristócrata Edvard Collin, cuyo amor fallido le llevaría a escribir La Sirenita. Aunque Disney convirtió el cuento en una historia de amor con final feliz, la realidad de Andersen era bien distinta. En la historia, “Ariel” y “Eric” no se enamoran, ni terminan juntos ni se casan. Ella acaba profundamente enamorada del príncipe tras salvarle de un naufragio, llegando incluso a pactar con una bruja su dulce voz a cambio de un par de piernas que le permitiesen ir al baile y conocerle. Pero allí descubre que el príncipe está comprometido, por lo que vuelve al mar rota de dolor. La versión original, que Andersen acabó cambiando, cuenta que sus hermanas le ofrecen la posibilidad de salvarse del pacto con la bruja a cambio de apuñar al príncipe mientras duerme, algo que la Sirenita rechaza hacer, por lo que se acaba convirtiendo en espuma de mar al no haber conseguido el amor de un humano. La versión final de Andersen dice que la Sirenita asistió a la boda del príncipe y su prometida, y que incluso los despidió en la playa cuando ambos se embarcaron en una hermosa nave. Y, desde ese momento, “en las noches de luna llena, la sirenita enamorada vuelve a salir a la superficie a espiar el paso de los barcos. Desfilan muchas naves, pero en ninguna viaja el príncipe a quien un día salvó la vida y por quien languidece de amor”.
Su historia de amor con Collin nunca llegó a
producirse y Andersen escribió ese final tan oscuro en un momento de absoluta
angustia e ira al enterarse de que Collin iba a casarse. No obstante, muchos estudiosos llegaron a la
conclusión de que el escritor podría haber sido bisexual, puesto que también fue
rechazado en numerosas ocasiones por las mujeres de las que se acababa
enamorando. Su última historia de amor conocida fue con Riborg Voigt,
una joven prometida que llegó a enamorarse de él. Pero Andersen decidió no
continuar, y quiso dar por finalizada una historia que, probablemente, jamás
tuvo un inicio, más allá de las cartas. A pesar de ello, cuando murió, encontraron
una carta de ella atada al cuello, y unos poemas con flores escondidos en uno
de los cajones de Voigt.
El
4 de agosto de 1875, a los 70 años, Hans Christian Andersen era encontrado
muerto después de las lesiones producidas por unas caídas de las que nunca se
recuperó. El último deseo del autor fue ser enterrado en Copenhague en un
terreno del cementerio compartido con Edvard Collin y su esposa, Henriette, con
el fin de compartir la cercanía que no habían podido disfrutar en vida pero,
poco tiempo después, los restos de Collin fueron trasladados al panteón familiar.
Andersen
era como su Sirenita. Se quedó en soledad esperando en la roca a que su amado
apareciese entre todos los barcos que llegaban a puerto. Pero nunca llegaba.
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