domingo, 5 de marzo de 2017

Desmitificando a 'La la land'

El 13 de enero de 2017 llegó a nuestros cines la esperada película musical La la Land: La ciudad de las estrellas, la que prometía ser el film del año, la que desbancaría a Un monstruo viene a verme, aunque no por argumento, sino por taquillazo.

*CONTIENE SPOILERS*

La historia, protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling, me ha decepcionado profundamente, también quizá porque la gente tiene una visión errónea de “buenas películas” y cualquiera que se sale un poco del argumento normal ya la catalogan de peliculón. Durante los días posteriores a su estreno no hacían más que preguntarme que si había visto La la land o lo bonita que era la película, lo mucho que se habían emocionado, o lo que habían sentido con las canciones- que abundan en la película, aunque es un musical, claro- y yo contestaba que no, que no me llamaba mucho la atención y que no era uno de mis géneros preferidos. Pero para poder opinar, primero hay que ver, y aquí están mis impresiones.


Mia y Sebastian / elperiodico.com


Algunos críticos han llegado a la conclusión de que la película es maravillosa porque no es nada empalagosa y es precisamente eso lo que falla: la falta de amor hace que el contenido sea vacío y más cuando la película está incluida en el género romántico además de musical. Mia y Sebastian se conocen por casualidad mientras ella va a una audición y tienen un pequeño percance en un atasco. Sus caminos se vuelven a unir por casualidad, por el destino o por cualquier motivo típico y repetitivo en películas de ese estilo- no es una novedad- aunque sus caminos ya estaban próximos, al menos en sus carreras profesionales. Mia, aunque es camarera en una cafetería, quiere ser actriz y hace mil castings que resultan poco fructíferos. Sebastian es un pianista de jazz frustrado que trabaja tocando en un bar para clientes que no le prestan atención y siempre bajo las órdenes del dueño, quien no le deja salirse del estricto guion de piezas que tiene que tocar para un público ajeno a la música y a los villancicos que acompañan su cena. Ambos coinciden en una cosa: tienen un proyecto de futuro frustrado e incierto y es quizá el argumento central de la película, un argumento fácil con el que continuar un rato más.






La trama viene un poco después- tras enamorarse y empezar una relación, porque si son únicamente amigos o no discuten como todas las parejas, no hay una buena historia de amor- cuando él consigue un trabajo que no le hace feliz, tocando el piano en un grupo de jazz tirando a pop, fuera completamente de su idea del jazz clásico, del bueno, el creado en el siglo XIX en los suburbios americanos. Tocar en el grupo supone hacerse fotos, grabar discos e irse de gira unos cuantos meses, quizás años, algo que no soporta Mia. Hablemos claro: Mia está frustrada porque no consigue que la cojan en ninguna audición y quiere acabar con la incipiente fama que está consiguiendo Sebastian, por lo que rompe la relación, el típico “si yo no , tú tampoco”. Pero Sebastian no puede dejar de pensar en ella y la insta a presentarse a una audición para una película importante, audición a la que ella ni siquiera quiere ir, pero a la que acaba yendo y a la que debe el resto de la película. Mia cumple su sueño de ser actriz y de ser famosa, de casarse con un hombre de dinero, de tener una buena casa, una hija… Sebastian, por su parte, también consigue su sueño: abrir un local de jazz donde puede interpretar todas las piezas que él desea y que acoge a una buena cantidad de público todas las noches. Por cosas del azar o del destino nuevamente, Mia y su marido acaban en ese local, y a través de un cruce de miradas con Sebastian, ella comienza imaginarse cómo hubiera sido la vida con él en vez de con el hombre con el que está casada, todo ello acompañado por la melodía de la canción que Sebastian tocaba el día que se conocieron, aquella que le costó el puesto de trabajo en el local de los villancicos. Pero ya está, no hay más, los dos se miran, se sonríen y se separan: la fama individual ha podido con ellos.




¿De verdad a alguien le parece un argumento bonito? ¿Eso es amor? No, el amor no es estar con alguien en los malos momentos y pasar de esa persona cuando se ha llegado a lo más alto. La ambición por llegar a la cima a costa de romper una relación no es amor. Ella ya es una actriz famosa- gracias a la insistencia de él- mientras que Sebastian ha cumplido su sueño pero a menor escala. ¿Los sueños únicamente se pueden conseguir de forma individual? Hay que recordar, una vez más, que ella llega a ser actriz porque él insiste en que se presente a la prueba, por lo tanto esa meta debería ser compartida con algo más que una sonrisa rancia mientras él toca el piano en su local. El argumento de “te dejo para cumplir mis sueños” está más que repetido en multitud de historias y parece que llegar juntos a la fama o a una buena posición no es compatible en las películas porque si no no hay “drama”, aunque no lo haya igualmente en los 127 minutos de película; y de musical tiene poco- muchas canciones pero poco sentido del género en el que está encuadrada- porque hay películas musicales que le dan mil vueltas a esta.



La película no es empalagosa porque no hay amor, ni siquiera debería estar en el género romántico. El argumento es pobre, vacío, visto en muchas ocasiones. No hay emoción, en mí no ha generado ni una pizca de sentimiento nostálgico ni emotivo, nada que me haga considerarla una gran película, porque no lo es ni mucho menos. Los actores tampoco ponen de su parte. Un aburrido Ryan Gosling- sí, más de lo habitual- que hacía la película densa, al igual que en El diario de Noa, esa sí, gran película, donde puede hacer alarde de su soporífera actuación por el papel que le toca interpretar, pero no, es que Ryan Gosling es así siempre y así siempre será en el resto de películas. Carente de inexpresividad, lento en sus gestos, incluso en sus movimientos a pesar de ser un gran bailarín, aburrido hasta decir basta. Pero todo esto no sería posible en parte gracias a Emma Stone, una actriz a la que le sobra el Oscar que acaba de recibir. Mirándolo bien, hacen una excelente pareja de aburridos que más que estrellas, están estrellados.



Mia y Sebastian / rollingstone.es



¿Qué más decir? Las canciones tampoco son nada del otro mundo, ni el vestuario, ni la fotografía, ni el argumento ni el final. No veo el drama del que muchos hablan, ni nada de romanticismo, quizá porque me he acostumbrado a leer historias que realmente te dejan una lección de vida, de amor o de luchar por unos sueños- individuales o compartidos- que ni por asomo me ha enseñado esta. Sinceramente, me esperaba muchísimo más de una película que ha recibido tantísimos premios- no sé de dónde los han sacado- pero que no se ha llevado el Oscar A la Mejor Película porque eso sí que sería una broma de mal gusto y no lo de darle el Oscar y luego quitárselo porque se habían equivocado de sobre. Creo que eso fue una indirecta muy directa para recalcar que La la land no merecía ese premio. Toda esa gente de ahí fuera no podía tener razón y lo he comprobado con mis propios ojos. Gracias por nada, La la land. 






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