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Déjame decirte que tu voz siempre
está en todos los rincones: eres tú quien lee todo lo que me escribes, todo lo
que me dedicas; es tu voz la que aparece a mi lado contándome el significado
del mensaje.
Déjame decirte que son tus ojos
los que iluminan también todos esos rincones en los que se escucha tu voz, los
que guían el camino, los que hacen que no me pierda, los que hacen que te
conviertas en mejor persona.
Tú, que me has demostrado que
todos los días tienen algo bueno y bonito, que todo se puede conseguir, que
todo llega. Tú, que me has enseñado que el tiempo puede correr demasiado rápido
cuando estamos juntos, demasiado lento cuando estamos lejos, y que existe un
tiempo que no merece la pena si no estamos nosotros. Tú, que me has hecho ver
que el destino está siempre cerca, solo que hay saber mirar mejor. Tú, que me
has hecho comprender la palabra “amor” mucho más allá de un simple término, de
unas simples letras bonitas, de unas simples fotos, de unos simples corazones
puestos en los comentarios de cualquier red social, más allá incluso de ir de
la mano o de un beso. Mucho más.
Tú, que me has enseñado todo eso,
que me has demostrado, que me has hecho ver y comprender; y yo, que ojalá haya
podido conseguir contigo la mitad de lo que tú has hecho conmigo, pueda seguir
disfrutando de ti todos y cada uno de los minutos de ese tiempo que pasa tan
rápido, que pueda seguir capturando tu sonrisa, tu mirada y todos tus gestos en
fotografías que no te esperas.
“Porque contigo he aprendido que, con la puerta abierta, nadie se va”. Y
tiene razón.
Prometí no robar más frases, no
tomarlas prestadas cuando se tratara de algo mío, de algo enteramente propio.
Prometo que no volveré a hacerlo, pero también prometo que todas y cada una de
las frases me llegan por casualidad. Y creo en las causalidades.
“Suerte. Y no hablo del azar. Hablo de ti”. Defreds
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