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Alguien me dijo una vez que lo
más sencillo era siempre lo más bonito, que complicarse no llevaba a ningún
sitio; bueno, sí, a un laberinto sin salida o a un camino con millones de
salidas pero sin ninguna clara, sin saber cuál elegir. Muchas veces pensamos
que alguien nos va a decir cuál es el camino correcto, o que va a aparecer por
arte de magia un cartel luminoso que nos va a indicar el lugar exacto, las
cosas que vamos a tener que hacer y también en qué nos vamos a equivocar, pero
no es cierto. Nadie va a dejar miguitas de pan para nosotros, ni nos van a dar
la mano para cruzar la calle, ni siquiera se van a asegurar por nosotros de que
el semáforo está correcto y no viene ningún coche a toda velocidad.
La decisión es nuestra y siempre
lo será, aunque suene muy épico. Los límites son siempre necesarios. Cuando nos
hablan de límites, los solemos rechazar de inmediato. Creemos que ellos nos
quitan nuestra ansiada e imprescindible libertad, pero no siempre es así. A
veces son los propios límites los que nos la dan. Cuando algo nos cohíbe, nos
frena, nos impide seguir, en ese momento debemos poner un límite y frenar todo
eso nosotros. Solo de esa forma conseguiremos la libertad que nos merecemos.
Nos viene siempre a la cabeza la típica frase de que “el límite es el cielo”,
pero no nos damos cuenta de que vivimos en la tierra, y que aquí y solo aquí
tenemos esa capacidad de decisión para vivir de la mejor manera posible, de esa
que también nos merecemos. El cielo ahí arriba, lejos, increíblemente lejos de
nosotros, y quizá allí no se necesiten límites, pero aquí sí. Tenemos que
aprender a frenar de vez en cuando, se pensar en nosotros. No se trata de ponernos
límites a nosotros mismos, si tampoco de ponérselos a los demás, sino de poner
límites a las acciones que nos perjudiquen, nuestras o de los otros, aquellas
que nos impidan ser felices, que nos impidan seguir y ser libres. A veces tan
solo hay que poner ese límite, esa pared invisible, y dejar que todo caiga a un
abismo. No es bueno que todo siempre cruce y aparezca en nuestro camino.
Yo ya he puesto mis límites. ¿Tú
te atreves?
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