domingo, 17 de mayo de 2015

“Del amor como asignatura” a “amar tu caos, pero lejos”

Imagen propia
Esos días en los que necesitas leer algo inspirador, escuchar una canción que te transporte a un lugar exacto o encontrarte con algo que ansías y, sin darte cuenta, aparece. Eso mismo me ocurrió esta semana; justo leí algo que necesitaba, algo que cambió mi forma de ver el resto del día y que, quizá, lo siga haciendo por mucho más tiempo, pues esto se va a quedar conmigo y a mi lado.
Siempre que abres un libro, un periódico, una revista o una carta nunca sabes lo que te puedes encontrar dentro, he ahí uno de los misterios más maravillosos de las letras. Pues en ese misterio estaba yo, hasta que abrí el periódico por una de las páginas y he ahí mi sorpresa cuando vi una entrevista a Albert Espinosa. Leer cada respuesta suya era como sentirte él por un momento, como si tú fueras el entrevistado y tuvieras que responder, pero no las mismas respuestas, no las suyas; las suyas son simplemente geniales.

Hablar del caos como amor o del amor como un caos, de perderse, de la vida, de la muerte, de no tener miedo a nada, de cambiar… Quizá no sabemos aprovechar la vida, o puede que no nos hayan enseñado cómo. Tampoco a amar. ¿Te imaginas una asignatura entera sobre el amor? Pero el amor en todas sus formas y colores, un amor más allá de un simple “te quiero”, una asignatura que no tuviera examen, que ni siquiera hubiera que estudiar, solo aprender, aprender y sentir. Albert Espinosa así lo cree, “Amor, sexo, muerte y música deberían ser la columna vertebral de la educación” y creo que no puedo estar más de acuerdo.

El caos. ¿Qué es el caos? En realidad, todo lo es. Nos pasamos media vida intentando averiguarlo, nos ocurre en todas las ocasiones en las que no sabemos qué hacer y nos sentimos desbordados. ¿Quién no ha pensado alguna vez en escapar? Sí, en escapar muy lejos, ir a un lugar nuevo, lejos de todo lo demás, de la gente, de los ruidos. Albert Espinosa, tras saber que tenía un 3% de posibilidades de sobrevivir a su enfermedad, lo hizo. Se fue “a una isla a morir para aprender a vivir”. Los viajes enseñan muchas cosas, cosas que incluso desconocías de ti mismo, muchas veces una nueva forma de pensar o de mirar, un cambio de perspectiva. Cada persona tiene un caos diferente y no siempre es necesario que los demás lo entiendan. “Si no entiendo a alguien digo: amo tu caos, pero lejos”. Deberíamos hacer lo mismo que Albert Espinosa. No todo en esta vida es necesario de explicar y entender.

El miedo. Tenemos miedo a todo, y es normal. Quizá también debería existir una asignatura sobre el miedo, sobre cómo aprender a controlarlo o a saber sentirlo; sentir miedo de vez en cuando es bueno. En esa isla, Albert descubrió que “los miedos son dudas no resueltas” y una vez resultas esas dudas, el miedo desaparece.

No es necesario alejarse por completo de absolutamente todo, pues cuanto más nos alejamos, más necesitamos compañía. Parece una contradicción, porque justamente nos alejamos para estar solos, pero no. Está bien hacerlo de vez en cuando, salir por una calle, poner nuestra canción favorita a volumen máximo, irnos un par de días a cualquier sitio que elijamos o estar con una sola persona con la que nos sintamos bien al 100%. Esas son bonitas formas de perderse, que no alejarse. “No hay que tener miedo a apartar, la vida es rotar. Hay amores y amistades infinitas, pero también finitas”. Nada más que añadir.

Perderse no es malo, perder a gente que no quiere estar en tu vida, tampoco. Lo verdaderamente malo es no saber encontrarse a uno mismo. Por eso: pierde, aparta, aléjate el tiempo que necesites, vive la vida como quieras, pero siempre sabiendo dónde estás y quién eres. Es fácil encontrarse una vez perdido, pero es difícil volver a ser como al principio. 


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sábado, 9 de mayo de 2015

Somos lo que lloramos

¿Cuántas veces hemos oído eso de “somos lo que comemos”? Infinidad de veces. Y es cierto, somos lo que comemos, pero también somos lo que sentimos, lo que aprendemos, lo que reímos, lo que hacemos, lo que recordamos y, por supuesto, lo que lloramos.
Nadie se ha atrevido a dar una definición exacta de qué es llorar, aparte de la puramente biológica. Podemos llorar de alegría, eso que dicen que es muy frecuente y que definen como la verdadera felicidad. Pues bien, al llorar de alegría, nos estamos definiendo, somos felices en ese momento. ¿Y por tristeza? Igual. Una simple lágrima nos puede mostrar al mundo tal y como somos. Y sí, muchas veces ese mundo está equivocado al pensar que llorar es malo. Puede que suene muy pomposo aquello de “llorar libera el alma” o “lloramos porque hemos sido fuertes demasiado tiempo”, pero en cierta medida es verdad. No sé si libera el alma, porque realmente no sé qué es el alma, ni dónde está ni cómo se usa, ni siquiera sé si tenemos; tampoco sé a qué se refieren cuando dicen que una persona es fuerte o no. ¿Qué define la fortaleza? Quizá sean cuestiones que nadie se ha parado a pensar, o que han pensado demasiado y nadie ha llegado a una conclusión exacta. Puede que también sean conceptos relativos, eso de que a cada persona le parece una cosa debido a sus experiencias en la vida. Tal vez el alma también sea un concepto relativo.

Salgámonos por un momento de lo literario y vayamos a lo demostrable, a eso que llaman “científico”. Pues bien, diversos estudios, así como la rama de la Psicología han descubierto que llorar es beneficioso para la salud, pues tiene un efecto de calmante natural. Hasta ahí, todo normal. Pero han ido a más y aseguran que “es crucial que desde la infancia se eduque a los niños para que expresen sus sentimientos, sus emociones y lloren”. ¿Dónde está toda esa gente que asegura que llorar es malo? Llorar no es sinónimo de tristeza, ni una persona que llora tiene depresión ni es extremadamente sensible, al igual que una persona que ríe en todo momento no es más feliz que los demás. No impidas a nadie llorar, déjala ser libre; simplemente, quédate a su lado y contempla cómo es realmente, pues somos lo que lloramos.


Y ahora, dejemos lo “científico” de lado y vayamos a lo literario. Porque cuando se sentó a mi lado y comenzó a llorar, lo pensé. Puede sonar muy pretencioso, pero vi a la persona más bonita del mundo mientras sus lágrimas bañaban sus próximas ganas de reír. Y fue increíble, Y nunca lo olvidaré.  
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