viernes, 20 de febrero de 2015

Se te ve la ambición en los ojos

Se te ve la ambición en los ojos. Como cuando un lobo está al lado de su presa, esperando ansioso el momento en el que acabe exhausta de correr y aproveche para comérsela. Lo mismo te ocurre a ti cuando estás enfrente. Es inevitable no mirarte a los ojos y ver tus intenciones, que se van resbalando sin que te des cuenta. Eres como ese lobo; esperas paciente el momento de atacar cuidadosamente, en silencio, pero con todo el peligro del mundo. Te acercas, observas el terreno al detalle, y esperas. Ni siquiera se te nota el miedo. Te quedas ahí, de pie, quieto, pensando a gran velocidad cuál va a ser tu próximo movimiento, tanteando las circunstancias, jugando con las palabras, disimulando y acercándote más. Fingiendo una dulce sonrisa tan incierta como que el cielo tiene límite, pero por dentro tan frío que tu corazón se ha convertido en un iceberg.


Te vuelves a acercar, otra vez la ambición se refleja en tus ojos, y doy un paso atrás. Creo parecerme a esa oveja asustada que es consciente de la realidad y su destino, que de un momento a otro va a ser comida por el lobo. Dices que eres así, que en verdad no te conozco, que tengo una idea equivocada de ti, pero que tú lo sabes todo, o casi todo; que no es suficiente esa habitación repleta de sillas y mesas, que quieres salir, que quieres que vaya contigo, de tarde o de noche, pero que vaya. Ahí no pude ver tus ojos, pero podría asegurar que estaban incendiados, que las llamas ocupaban el 100% de tu iris, que tiene una tonalidad más clara de como me la imaginaba. Aunque ni siquiera seas del signo fuego, a veces quemas, o intentas quemar, y quemarme.


Ambición, qué bonita palabra. Equiparable para mí a la libertad, una razón de poesía, de versos, de párrafos, pero en tus ojos queda verdaderamente extraña. Ese deseo ardiente de poseer. Tengo razón entonces cuando aseguro ver fuego en ti y en tu mirada, es ese deseo ardiente de poder, de amor, de obtener casi cualquier cosa a casi cualquier precio. Y, posiblemente, ahí entre yo, en “casi cualquier cosa”, pero no a casi cualquier precio. Eso no. Eso nunca. Sigues sigiloso como el buen lobo que eres, pero la oveja se ha dado cuenta. La oveja se ha vuelto ignífuga, y ni siquiera tu ambición va a poder con ella.


Todos los derechos reservados ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu aportación. Seguro que es maravillosa

/