Se te ve la ambición en
los ojos. Como cuando un lobo está al lado de su presa, esperando
ansioso el momento en el que acabe exhausta de correr y aproveche
para comérsela. Lo mismo te ocurre a ti cuando estás enfrente. Es
inevitable no mirarte a los ojos y ver tus intenciones, que se van
resbalando sin que te des cuenta. Eres como ese lobo; esperas
paciente el momento de atacar cuidadosamente, en silencio, pero con
todo el peligro del mundo. Te acercas, observas el terreno al
detalle, y esperas. Ni siquiera se te nota el miedo. Te quedas ahí,
de pie, quieto, pensando a gran velocidad cuál va a ser tu próximo
movimiento, tanteando las circunstancias, jugando con las palabras,
disimulando y acercándote más. Fingiendo una dulce sonrisa tan
incierta como que el cielo tiene límite, pero por dentro tan frío
que tu corazón se ha convertido en un iceberg.
Te vuelves a acercar, otra vez la ambición se refleja en tus ojos, y doy un paso atrás. Creo parecerme a esa oveja asustada que es consciente de la realidad y su destino, que de un momento a otro va a ser comida por el lobo. Dices que eres así, que en verdad no te conozco, que tengo una idea equivocada de ti, pero que tú lo sabes todo, o casi todo; que no es suficiente esa habitación repleta de sillas y mesas, que quieres salir, que quieres que vaya contigo, de tarde o de noche, pero que vaya. Ahí no pude ver tus ojos, pero podría asegurar que estaban incendiados, que las llamas ocupaban el 100% de tu iris, que tiene una tonalidad más clara de como me la imaginaba. Aunque ni siquiera seas del signo fuego, a veces quemas, o intentas quemar, y quemarme.
Te vuelves a acercar, otra vez la ambición se refleja en tus ojos, y doy un paso atrás. Creo parecerme a esa oveja asustada que es consciente de la realidad y su destino, que de un momento a otro va a ser comida por el lobo. Dices que eres así, que en verdad no te conozco, que tengo una idea equivocada de ti, pero que tú lo sabes todo, o casi todo; que no es suficiente esa habitación repleta de sillas y mesas, que quieres salir, que quieres que vaya contigo, de tarde o de noche, pero que vaya. Ahí no pude ver tus ojos, pero podría asegurar que estaban incendiados, que las llamas ocupaban el 100% de tu iris, que tiene una tonalidad más clara de como me la imaginaba. Aunque ni siquiera seas del signo fuego, a veces quemas, o intentas quemar, y quemarme.
Ambición, qué bonita
palabra. Equiparable para mí a la libertad, una razón de poesía,
de versos, de párrafos, pero en tus ojos queda verdaderamente
extraña. Ese deseo ardiente de poseer. Tengo razón entonces cuando
aseguro ver fuego en ti y en tu mirada, es ese deseo ardiente de
poder, de amor, de obtener casi cualquier cosa a casi cualquier
precio. Y, posiblemente, ahí entre yo, en “casi cualquier cosa”,
pero no a casi cualquier precio. Eso no. Eso nunca. Sigues sigiloso
como el buen lobo que eres, pero la oveja se ha dado cuenta. La oveja
se ha vuelto ignífuga, y ni siquiera tu ambición va a poder con
ella.
Todos los derechos reservados ©
Todos los derechos reservados ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí puedes dejar tu aportación. Seguro que es maravillosa