lunes, 6 de enero de 2014

Enjaulado, ¿el corazón?

"Malditos sentimientos, malditas las ganas de verte, de sentirte más cerca"- se decía Hailie una y otra vez. Se negaba a reconocer que había perdido el tiempo estando a su lado. Habían sido unos bonitos años con él, los más bonitos de su corta vida. ¡Claro que no se acababa el mundo! Pero para ella sí. Para ella, alejarse de él suponía el fin del mundo, del universo, de todas las galaxias infinitas habidas y por haber. Era un suceso trágico, quizás más trágico que todas las noticias juntas que salían en el telediario. ¿Qué iba a hacer ahora? Tenía que aprender a pensar en sí misma, en no dejarse llevar por romanticismos. No, nada de eso. Ni una película bonita, ni una canción de amor, ni siquiera su libro de poemas favorito. Lo dejaría por ahí, abandonado, que se llenara de polvo, como su pobre corazón. Solo, triste, sin nadie que lo abriera para llenarlo de nuevo de amor. Igual quedaría su libro de poemas, abandonado sobre la última estantería de su habitación.  Pero todo le rimaba, todo le sonaba bien. Seguía enamorada, y sabía que eso iba a ser muy difícil de cambiar. Odiaba todo en ese momento. Odiaba los te quieros, los te amos, le odiaba a él, se odiaba a sí misma. Y eso era lo peor. ¿Por qué tenía que odiarse a sí misma, si ella lo había hecho todo bien? Una chica responsable, con la cabeza en su sitio, pero el corazón perdido. Y así no se podía ir por la vida. "Todas deberíamos llevar el corazón encerrado en una jaula, como las de los pájaros, para que nadie se lo llevara y no saliera sin permiso. La caja torácica no hace bien su trabajo. Está para proteger a los otros órganos, pero no al corazón, aunque se empeñen. Mi corazón ahora está roto. ¿A quién le echo la culpa? Caja torácica, te odio"- repetía una y mil veces mientras chocaba su cabeza contra la pared lisa de su habitación.




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