viernes, 19 de agosto de 2022

'La vigilante del Louvre': del origen del mundo al descubrimiento de una nueva protagonista


Tenía muchas ganas de leer La vigilante del Louvre de Lara Siscar. El Louvre, París, arte… Me dejé llevar por el título y la historia sin leer reseñas, sinopsis, críticas ni comentarios y, aunque no he conectado al 100% con la historia ni con las protagonistas, me ha gustado volver un ratito al Louvre a través de sus páginas. Y también investigar y descubrir nuevos acontecimientos en relación al cuadro sobre el que gira esta historia.





Contado a través de tres voces femeninas –Diana, Claudette e Isabelle–, la novela entrecruza sus vidas a través de un mismo cuadro: El origen del mundo, de Gustave Coubert, un polémico retrato realista que abandona su museo de origen para exponerse temporalmente en el Louvre. Pero no solo les une la fascinación por el mismo cuadro, sino la insatisfacción de sus vidas y algunos secretos familiares que, sin saberlo, conectan a las tres.

Diana es vigilante de sala en el Louvre, donde conoce por casualidad el cuadro. Insatisfecha con su vida y consigo misma, se encuentra atrapada en un matrimonio en el que no hay amor –ni nunca lo hubo por parte de ninguno de los dos–, y un niño no deseado también por ninguno de los dos.




Diana, una de las tres protagonistas



Claudette es violonchelista y está realizando una tesis sobre arte en relación al mismo cuadro. A pesar de tener una vida de lujo y ensueño, no está realmente enamorada de su marido, por lo que recurre a su amante en diversas ocasiones sin saber las consecuencias que pueden traerle tales actos.


Claudette, una de las tres protagonistas



Isabelle siempre quiso dedicarse al arte, y comenzó posando desnuda para algunos pintores, un trabajo deshonroso y que apenas le daba para sobrevivir, por lo que recurrió a la prostitución. Primero, en un piso de “señoritas”; después, en las oscuras y peligrosas calles de las Tullerías.


Isabelle, una de las tres protagonistas


A modo de valoración personal, creo que era un buen punto de partida para hacer una historia más extensa, más profunda, más completa. Me ha faltado justamente eso: profundidad, intensidad y belleza. Me ha resultado demasiado superficial en el sentido de no ahondar en la historia, en no apelar a los sentimientos. Todo rápido, de pasada, con un lenguaje demasiado convencional. Pero me ha servido para investigar y ahondar en en cuadro, y en las nuevas y esperadas revelaciones que han surgido en torno a él y a su protagonista.

Aunque la autora señala que algunas partes son ficticias, como el diario fechado en 1866 que a veces lee Isabelle, hay que aclarar algunas cosas, que dan la vuelta completamente a la historia. El origen del mundo se configura como uno de los cuadros más controvertidos de la historia del arte por lo explícito de lo que en él se retrata. Pero una de las grandes incógnitas que rodea al mismo es quién fue la modelo que se prestó a posar de ese modo para Coubert en 1866. El nombre que se había barajado desde ese momento era el de Joanna Hiffernan, -conocida como La dama de blanco- una joven irlandesa casada que actuaba como modelo para diversos pintores, y que era amante de uno de los aprendices de Coubert, además de del propio artista. 

Joanna Hiffernan, la dama de blanco / Royal Acdemy de Londres


Este libro fue escrito en 2015, y la autora incluye parte de un diario ficticio supuestamente escrito por la propia Joanna, además de aludir a ella en varias ocasiones mediante el diminutivo con el que se la conocía –Jo–, y situarla como la tatarabuela de Isabelle. En 2018, después de muchas investigaciones, se descubrió que Joanna Hiffernan no era la modelo real, ya que su piel blanca y su cabello pelirrojo no coincidían con los rasgos que aparecen dibujados en el cuadro.

Ha sido el historiador y biógrafo de Alejandro Dumas, Claude Shopp, quien ha puesto el foco en una nueva mujer, Constance Quéniaux, como la verdadera protagonista del cuadro, una joven de familia pobre, hija de una madre soltera y analfabeta, y de padre no reconocido, que se formó como bailarina desde los 14 años, integrándose en el cuerpo de bailarinas de la Ópera. Aunque esa profesión le duró poco, ya que, según diversa documentación de la época, Constance también ejercía la prostitución y se rodeaba de “protectores”, hombres pudientes que requerían de sus servicios a cambio de una buena cantidad de dinero y de protección social.



Constance Quéniaux, en una de sus pocas fotografías, hecha por Félix Nadar



Así conoció al diplomático egipcio Khalil Bey, uno de los hombres que requirieron de sus servicios y quien encargó a Coubert el famoso cuadro. Bey y Quéniaux tuvieron una relación más allá de “cliente”-meretriz, y así fue como Alejandro Dumas descubrió que Constance era la protagonista del polémico retrato. Shopp descubrió a esta joven por una alusión directa que Dumas hizo de ella en una de las cartas que mandó a una de sus amistades, en la que daba a entender que la chica, además de bailarina y modelo de retratos, era meretriz ocasional.

Recurrir a prostitutas durante el siglo XIX y principios del siglo XX era lo habitual. Los pintores requerían de modelos que posaran desnudas para sus retratos a cambio de una pequeñísima cantidad de dinero –y la mayoría de las veces, favores sexuales y diversos servicios similares–, y las únicas mujeres que se prestaban a ello solían ser prostitutas o jóvenes pobres y sin recursos. Así es como ellas acababan integrándose en el mundo del arte y en el selecto mundo de los pintores bohemios, accediendo después otro estilo de vida. Esto se ve muy bien reflejado en la novela Una tienda en París de Máximo Huerta, de la que hice reseña en mi instagram (@floresyunlibroenblanco)

Ese fue el caso de Quéniaux, quien acabó perteneciendo a la alta sociedad parisina y durante sus últimos años de vida se convirtió en una reconocida filántropa que se preocupó por los niños huérfanos. A su muerte, hallaron en su casa numerosos bienes de gran valor, como muebles del siglo XVIII y un cuadro de Coubert.

Este controvertido retrato no ha pasado desapercibido desde que vio la luz por primera vez. Muchos han sido sus propietarios, el último de ellos el psiquiatra Jacques Lacan, quien mantuvo el cuadro tapado con una sábana por pudor. Por ese mismo pudor y vergüenza, estuvo muchos años oculto en diversos almacenes, alejado de la vista de los más curiosos, ocultando las partes mas íntimas de una mujer, hasta ahora, desconocida.

A la muerte de Lacan, el cuadro pasó al Estado francés en concepto de donación correspondiente a los derechos testamentarios del psicoanalista, y se encuentra expuesto desde 1995 en el Museo d’Orsay de París. 



El origen del mundo de Coubert expuesto en el Museo d'Orsay


Si leíste esta novela cuando se publicó, te tocará hacer un cambio de nombre. Si lo lees ahora, ten en cuenta esta nueva información. Si vas al museo, ahora mirarás el cuadro con otros ojos y pondrás cara a su verdadera protagonista. Un regalo para el arte, y quizá no tanto para la privacidad e intimidad de la joven. Una suerte que no esté viva para verlo, supongo. Posiblemente, lo agradecería.

Si estás interesado/a en descubrir más sobre este cuadro y su protagonista, a modo de bibliografía señalar:

El origen del mundo. Historia de un cuadro de Gustave Coubert, escrito por Thierry Savatier (Ttrea, Arte, 2014)

L’origine du monde, vie du modèle (Phébus, 2018), escrito por Claude Shopp, donde se centra en su nuevo descubrimiento: la verdadera identidad de la protagonista del cuadro.

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