Alguien me dijo alguna
vez que lo mejor que tiene el ser humano son sus conocimientos, algo
que le hace progresar, elegir, rechazar, querer, odiar, ir de un lado
a otro, ser libre… en fin, vivir. Es cierto, saber mucho sobre algo
nos hace saber más sobre el mundo, sobre lo que nos rodea día a
día, pero no siempre nos hace libres del todo. Aprender nos hace ser
esclavos de ello. ¡Qué paradoja! Pero es realmente así, somos
esclavos de todo lo que sucede, necesariamente tenemos que saber
sobre todo y sobre todos, y nos sentimos tremendamente pequeños ante
algo que desconocemos. Podríamos decir que aprender es tener
seguridad, y no saber nada nos hace ser inseguros. Por tanto, y
llegando a la conclusión final, aprender es bueno.
Pero, ¿es siempre bueno?
A veces nos cansamos de aprender sobre diversas materias, nos
cansamos de aprender a querer, y también de aprender a olvidar. Esos
dos últimos términos tan opuestos realmente son muy parecidos. Si
nos cansamos de aprender a querer es porque en algún momento
anterior no ha tocado aprender a olvidar, e inevitablemente, si nos
hemos cansado de querer después nos tocará volver a aprender a
olvidar. Y así nos pasamos la vida, quizá sin pararnos a pensar en
ello.
¿Y cómo se aprende a
querer? Veintiún siglos después y nadie ha dado una respuesta
fiable y certera. El amor es un conocimiento más y como tal lo
aprendemos, igual que aprendemos a leer con cinco años, a obedecer a
nuestros padres cuando nos dicen que miremos antes de cruzar, cuando
nos enseñan la tabla de multiplicar, etc. Todo eso, aunque creamos
lo contrario y no nos acordemos por el tiempo que ha pasado, lo hemos
ido aprendiendo, no hemos nacido con ello. Por tanto, también
aprendemos a querer. Probablemente es algo que esté determinado
biológicamente, que seamos seres que poseemos la cualidad del amor
en sus distintas vertientes, pero también somos nosotros mismos los
que lo vamos aprendiendo a lo largo de la vida, y como tal
conocimiento aprendido podemos rechazarlo o elegirlo. Algo utópico
es creer que todas las personas queremos de la misma forma y con la
misma intensidad.
¿Y a olvidar?
Exactamente igual. Es otro conocimiento aprendido más. Venimos
haciendo eso desde pequeños aun sin darnos cuenta. Nos olvidamos de
los juguetes de los reyes pasados, de los amigos que se han ido a
vivir a otra ciudad, de los compañeros de colegio que quedaron en
cursos atrás, del tema 2 de Ciencias Naturales tras el examen, de
ponernos el abrigo en el recreo aun cuando mamá nos lo ha dicho cien
veces por la mañana antes de salir de casa. ¿Alguien se acordó de
todo eso en el momento que ocurrió? ¿Nos acordamos ahora del tema 2
de Ciencias Naturales? ¿Y de la teoría del examen de hace 2 meses?
Nadie se ha quejado de su amigo que se fue a vivir fuera, ni de los
juguetes del año anterior; simplemente quedaron olvidados. ¿Por qué
dicen que es difícil olvidar?
No nos quejamos de
aprender ni de olvidar, simplemente es que estamos cansados. Nos
cansamos de estudiar el tema 1, el 2 y el 3 de Ciencias Naturales,
nos cansamos de que nos digan siempre que nos pongamos el abrigo
cuando solo tenemos ganas de sentir el viento o los rayos de sol, nos
cansamos de que nos regalen miles de juguetes que ni siquiera hemos
pedido y que justo el que realmente nos hubiera hecho felices no
estuviera entre los paquetes, nos cansamos de que aquella persona que
tanto nos quería se fuera, y la siguiente que vino también. Nos
cansamos de pensar que, después de esto, tocará aprender o volver a
olvidar.
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