domingo, 26 de abril de 2015

¿Amor por elección o amor por necesidad?

Una vez leí por ahí que “la mejor manera de ser feliz con alguien es aprender a ser feliz solo; así, la compañía es una cuestión de elección y no de necesidad”, y me pareció tan cierto que la aplico como si fuera una especie de filosofía de vida. Las profesiones, las amistades, las viviendas, las ciudades, las comidas, las tiendas, la religión, la ropa y los amores son elecciones que cada persona hace de acuerdo a su forma de vida, a sus creencias, a sus gustos y a su visión de presente y/o futuro; el amor también. Desde bien pequeños hemos estado influenciados con historias, películas, familiares… acerca de la postura frente al amor. Hemos aprendido o nos han enseñado que es algo imprescindible en nuestra vida, que no estaremos completos hasta que no encontremos a esa “mitad” que anda por el mundo buscando a alguien como nosotros para que le complementemos, cuando realmente nada de eso es cierto. Cada uno de nosotros hemos nacido enteros, por tanto, la otra persona también lo estará. No se trata de encontrar tu otra mitad, sino de encontrar a alguien tan entero como tú. Y ni siquiera es algo imprescindible.

La vida es maravillosa cuando no se complica, y las personas lo hacemos por puro placer. Es tan sencillo como que, cuando alguien necesita estar constantemente en pareja, es porque realmente no es capaz de ser feliz solo, y eso es grave. No eligen la compañía por elección y ni siquiera ya por necesidad, sino por una obligación impuesta por ellos mismos. No puedes quedarte con la primera persona que se cruce en tu camino simplemente por no estar solo, ni buscar rápidamente a otra cuando hayas terminado una relación, pues de esa forma solo conseguirás demostrar que no eres capaz de ser feliz solo y que tampoco las has olvidado.

Haz de tu vida una completa libertad, también cuando dejes entrar a otra persona. No es necesario compartir tus ideas, tus momentos, tus pensamientos y tus sueños siempre con alguien más. Aprende a hacerlos tuyos, solo de esa forma podrás verdaderamente compartirlos. No es cuestión de imitar a los que te rodean, todos ellos que parecen felices a ojos de los demás, pues dicen que cuanto más encierras a un animal, más ganas tiene de escapar. Quizá algunas cosas están hechas para no ser cumplidas, simplemente no se tienen que dar, y eso no es bueno ni malo, pues solo tú tienes ese poder de elección.


Todo en la vida son elecciones, no hagas de lo más mínimo una necesidad. Alégrate cuando te elijan, pero también cuando no lo hagan, pues así solo sabrás que esa persona busca a alguien completo, y no a una simple mitad.


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viernes, 17 de abril de 2015

Solo se trataba de salirse del camino

Has visto amor en inocentes miradas,
Puerto de Valencia/ imagen propia
incluso en aquellas que piensas
que no dicen nada.

Pero en algún instante has mirado al cielo,
y lo has pensado:
¿Qué hubiera pasado si no hubiera abandonado?

Si hubiera seguido a su lado,
si las mañanas se hubieran iluminado
tan solo con escuchar su voz.

Si hubiera invertido mi tiempo en el suyo,
si no hubiera esperado a ese "mañana",
si hubiera cambiado su mundo en tan solo un segundo.

Pensamos y soñamos con cruzarnos,
sabiendo que, quizá, no sea lo correcto;
que la primavera se fue y no nos esperó,
que el verano nos encontró y nos separó.

Que las flores no duran para siempre,
ni los besos eternamente;
que el amor es un juego de niños
donde más de uno hace trampas y acaba ganando,
que los buenos siempre pierden.

Y es entonces cuando se rompen los pasos,
los tiempos y los guiones;
cuando no quieres más aire que el tuyo,
cuando miras de frente y encuentras el sentido.

Y al final te da cuentas:
no importaba el destino.
Tan solo se trataba de salirse del camino.


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sábado, 11 de abril de 2015

Cuando no sabes qué camino escoger...

Oceanografic de Valencia / imagen propia 
Cuando creemos saber las respuestas, nos cambian las preguntas, y cuando creemos saber qué camino escoger, nos paramos de repente. ¿Por qué? ¿Es que acaso no estábamos plenamente seguros de que ese era el que queríamos? Cuántas veces no ha pasado eso… Ante una persona, un trabajo, un compromiso, una carrera, o una simple tontería. Es como en las típicas películas americanas, cuando hay mil carteles que llevan a direcciones opuestas y el protagonista se queda perplejo sin saber hacia dónde ir, mirando atentamente las direcciones pero sin saber qué escoger.

Nosotros funcionamos de igual manera. Estamos plenamente seguros de ir de frente que, curiosamente, al igual que la derecha y arriba, siempre son los más elegidos. ¿Qué le ocurre a la izquierda para no ser escogida ante una bifurcación? ¿Y por qué las escaleras hacia abajo siempre nos dan mal rollo? ¿Por qué preferimos ir de frente a dar la vuelta? Quizá porque lo relacionamos con estados de ánimo, películas, etc. Subir significa llegar siempre a un lugar más alto, con mayor libertad, un sitio desde el que se puede contemplar todo; bajar, en cambio, significa caer, llegar a un lugar profundo, sin salida, del que puede costar salir y ver la luz. La derecha y la izquierda supongo que se deberá a la costumbre de cada persona.

Lo que no sabemos es lo que pasa por nuestra cabeza en el momento justo en el que cambiamos de idea, de camino. ¿Influyen los sentimientos y las emociones? Quizá influimos nosotros mismos en nosotros mismos. Sí, puede parecer complicado al principio, pero somos nosotros los únicos que decidimos cambiar de camino, lo demás son solo factores externos, y solo nosotros aceptamos que infieran o no. Haz la prueba: en una situación cualquiera, ponte en una calle que tenga dos bifurcaciones y que las conozcas muy bien, o eso creas. En un primer momento vas a tener muy claro por cual vas a ir pero, inexplicablemente, vas a cambiar de idea y vas a coger el otro. ¿Por qué? Porque por tu cabeza va a aparecer la curiosidad de saber qué hay en la otra, aunque la conozcas perfectamente.

Eso mismo ocurre en miles de situaciones más, y cómo no, en el amor. ¿Qué camino coger? Izquierda: Olvidar. Derecha: Seguir un poquito más. Tienes muy claro que vas a coger el de la izquierda, pero el de la derecha ronda mucho por tu cabeza. Y al final, coges el de la derecha.

Cojas el camino que cojas, camina los kilómetros que quieras caminar, pero siempre seguro de tu elección. Disfruta del paisaje, respira el aire, deja que el sol bañe tu piel, mójate con el agua y haz amigos si te los encuentras, pero siempre tranquilo y seguro, pues tu decisión es la correcta. Y si no, siempre puedes retroceder. Al igual que bajar, no siempre es algo negativo.

Y cuando no sepas qué camino elegir, solo respira y cierra los ojos, realmente tienes claro cuál es el que quieres seguir y por cuál no volverías a pasar. O, simplemente, salte del camino establecido.


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domingo, 5 de abril de 2015

Nos cansamos de aprender a olvidar

Alguien me dijo alguna vez que lo mejor que tiene el ser humano son sus conocimientos, algo que le hace progresar, elegir, rechazar, querer, odiar, ir de un lado a otro, ser libre… en fin, vivir. Es cierto, saber mucho sobre algo nos hace saber más sobre el mundo, sobre lo que nos rodea día a día, pero no siempre nos hace libres del todo. Aprender nos hace ser esclavos de ello. ¡Qué paradoja! Pero es realmente así, somos esclavos de todo lo que sucede, necesariamente tenemos que saber sobre todo y sobre todos, y nos sentimos tremendamente pequeños ante algo que desconocemos. Podríamos decir que aprender es tener seguridad, y no saber nada nos hace ser inseguros. Por tanto, y llegando a la conclusión final, aprender es bueno.

Pero, ¿es siempre bueno? A veces nos cansamos de aprender sobre diversas materias, nos cansamos de aprender a querer, y también de aprender a olvidar. Esos dos últimos términos tan opuestos realmente son muy parecidos. Si nos cansamos de aprender a querer es porque en algún momento anterior no ha tocado aprender a olvidar, e inevitablemente, si nos hemos cansado de querer después nos tocará volver a aprender a olvidar. Y así nos pasamos la vida, quizá sin pararnos a pensar en ello.
¿Y cómo se aprende a querer? Veintiún siglos después y nadie ha dado una respuesta fiable y certera. El amor es un conocimiento más y como tal lo aprendemos, igual que aprendemos a leer con cinco años, a obedecer a nuestros padres cuando nos dicen que miremos antes de cruzar, cuando nos enseñan la tabla de multiplicar, etc. Todo eso, aunque creamos lo contrario y no nos acordemos por el tiempo que ha pasado, lo hemos ido aprendiendo, no hemos nacido con ello. Por tanto, también aprendemos a querer. Probablemente es algo que esté determinado biológicamente, que seamos seres que poseemos la cualidad del amor en sus distintas vertientes, pero también somos nosotros mismos los que lo vamos aprendiendo a lo largo de la vida, y como tal conocimiento aprendido podemos rechazarlo o elegirlo. Algo utópico es creer que todas las personas queremos de la misma forma y con la misma intensidad.


¿Y a olvidar? Exactamente igual. Es otro conocimiento aprendido más. Venimos haciendo eso desde pequeños aun sin darnos cuenta. Nos olvidamos de los juguetes de los reyes pasados, de los amigos que se han ido a vivir a otra ciudad, de los compañeros de colegio que quedaron en cursos atrás, del tema 2 de Ciencias Naturales tras el examen, de ponernos el abrigo en el recreo aun cuando mamá nos lo ha dicho cien veces por la mañana antes de salir de casa. ¿Alguien se acordó de todo eso en el momento que ocurrió? ¿Nos acordamos ahora del tema 2 de Ciencias Naturales? ¿Y de la teoría del examen de hace 2 meses? Nadie se ha quejado de su amigo que se fue a vivir fuera, ni de los juguetes del año anterior; simplemente quedaron olvidados. ¿Por qué dicen que es difícil olvidar?

No nos quejamos de aprender ni de olvidar, simplemente es que estamos cansados. Nos cansamos de estudiar el tema 1, el 2 y el 3 de Ciencias Naturales, nos cansamos de que nos digan siempre que nos pongamos el abrigo cuando solo tenemos ganas de sentir el viento o los rayos de sol, nos cansamos de que nos regalen miles de juguetes que ni siquiera hemos pedido y que justo el que realmente nos hubiera hecho felices no estuviera entre los paquetes, nos cansamos de que aquella persona que tanto nos quería se fuera, y la siguiente que vino también. Nos cansamos de pensar que, después de esto, tocará aprender o volver a olvidar.


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