lunes, 15 de diciembre de 2014

Aire

Sentía sus dedos acariciando mi pelo y su lenta y suave respiración, pero con cierto ritmo, sobre mí. Más bien estaba yo sobre él, sobre su pecho, demasiado cerca de su corazón, aunque en parte también era mío. Notaba cómo se me cerraban los ojos, tan despacio, y yo no tenía el control.  Ni siquiera tenía la voluntad de abrirlos, ni
mucho menos de impedir que no se cerraran. Sabía que no había marcha atrás.

Quizá había dormido poco, pero a mí me había parecido mil horas. Y allí seguía, con esa tranquilidad y ese amor. Abrí los ojos con dificultad, y ahí estaba, con sus preciosos ojos también abiertos y sus dedos todavía perdidos por mi pelo. Quizá él también estaba perdido. El silencio que había era tan precioso que me daba pena romperlo.

     —¿He estado mucho tiempo durmiendo?- dije con miedo a que pensara que era una dormilona.

     — No lo sé. Yo también me he dormido. Creo que por un momento he estado en el cielo. Se estaba tan bien…

     —¿También te has dormido? Pensaba que solo lo había hecho yo, pero de verdad que ha sido sin querer. Ha sido de forma involuntaria.  ¿Llevabas mucho tiempo despierto? Al menos me podrías haber despertado…

     — ¿Pero cómo te iba a despertar? ¿Tú sabes lo preciosa que estabas así?

     —¿Solo así? ¿Dormida?

     — Siempre. Pero dormida lo estás el doble. Estás feliz, tranquila, libre, tú. Con tu respiración tan lenta y tan caliente, con tu olor a champú, con tu piel tan suave, contigo en mis brazos me siento seguro, porque te tengo aquí y así no tengo que pensar dónde estarás, con quién, si estarás bien… Tan solo mirarte y ver que respiras a mi lado. Eso es suficiente para ser feliz. Y eso es mejor que todos los sueños del mundo. 

     Todos los derechos reservados ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes dejar tu aportación. Seguro que es maravillosa

/