Como dijo Kapuscinski: “los
jóvenes, por definición, están destinados a vencer. ¿Por qué? Pues por la
sencilla razón de que son más jóvenes, y por eso mismo pertenecen a una época y
a una civilización en las que quien es más viejo, es ya incapaz de seguir su
estela. Mi sugerencia es, por tanto, la de no olvidarlo y, en lugar de
combatirlos ciegamente y sin hacer ningún esfuerzo por ver las cosas desde
perspectiva, intentar antes que nada una solución de compromiso. No hay otra
vía. Vencerán, de todos modos; aunque solo sea porque, cuando estemos muertos y
enterrados, ellos seguirán aquí".
Nos hemos vuelto rebeldes. No estamos dispuestos a pasar por alto ciertas cosas, y ni siquiera sabemos si estamos en lo correcto al hacerlo. De lo que sí estamos seguros es de lo rápido que pasa la vida, lo efímero que es el tiempo, ese tiempo que no queremos desperdiciar por nada del mundo. Es por ello que infinidad de veces nos planteamos si realmente estamos haciendo lo que queremos, si eso llena nuestro tiempo o si nos lo hace perder gotita a gotita. Nos hemos vuelto rebeldes por iniciativa propia o por símil de la sociedad, pero no queremos hacer todo tal y como se debería hacer: nos hemos lanzado al vacío y hemos roto todas las reglas.
Adiós al conformismo, adiós al “así se hacen las cosas”, adiós al
aprender y hola al ser autodidactas de la vida. Queremos abarcar cuanto nos
sea posible, llenarnos las manos de puñados de caramelos como hacen los niños,
no solo quedarnos con uno aunque, tarde o temprano, todos los sabores se vayan a repetir. Sabemos
por qué esto sí y por qué esto no, por qué esto nos hace daño o por qué esto
nos hace bien, pero no estamos dispuestos a conformarnos con una sola
respuesta, a quedarnos con lo que no queremos. Aunque parezca una
contradicción, hemos aprendido a ser autodidactas, a querer aprender por
nosotros mismos, a sentirnos realizados, a sentirnos útiles y libres.
No llevamos en la frente la
palabra “lucha” ni “valiente”, sino en un sinfín de objetos que nos acompañan
día a día, objetos repletos de mensajes positivos que nos hacen ser rebeldes,
ver la vida de otra manera, comprender que cualquier día puede ser bueno para
sonreír, que con esfuerzo todo se puede conseguir, que no depende de cómo te
mire el mundo, sino cómo le mires tú a él. Somos rebeldes porque nos hemos
cansado de no aprender, de dar todo por supuesto, de establecer normas, de
callar más que gritar. Somos rebeldes porque sabemos que todo puede ir bien en
algún momento, incluso cuando dejen de vender tazas con mensajes positivos.
Todos los derechos reservados ©
Todos los derechos reservados ©